jueves, 23 de diciembre de 2010

¡Bienvenidos a Bebiembre!

Todas las jornadas estudiantiles y laborales en el mundo occidental, se relajan o interrumpen durante una fecha muy especial para los cristianos, fecha en la cual las personas se aprestan para la fiesta religiosa, cuyo fin práctico es el exceso de todo tipo y el satisfaccer el deseo decembrino de tener y tener para que así pueda instalarse la paz en los corazones de cada uno de los creyentes del bebé Jesús. Este dia, en el que se anuncia la llegada del niño dios, es conocido como "Bebiembre", o en otras palabras, Navidad. Tal fecha es la abertura luminosa por la que se cuela todos los 24 de diciembre, una familia cuyo vástago -por motivos de su engendramiento y nacimento- ciega a los adeptos del cristianismo.

Tal celebración, es presentada por la iglesia católica como un hecho histórico indudable que, al ser puesto bajo la lupa de una seria investigación histórica más allá del dogma y de la fe, no soporta siquiera un leve escrutinio. Sin embargo, toda una civilización durante dos mil años ha creído a pie juntillas, la venida al mundo de un niño concebido “por obra y gracia del Espíritu Santo”, e innumerables personas desde que el cristianismo se ha impuesto como religión, no han dudado de la divinidad de un infante, “parido virginalmente”, encarnado en el seno de una Virgen llamada María. Pero... ¿quienes son los autores de estas fábulas expresadas como verdades incuestionables?.

Al respecto, la teóloga Uta Ranke-Heinemann dice que el escrito donde se señala la idea de la virginidad de María es en el evangelio de Mateo, pero el autor de dicho evangelio no es el apóstol Mateo, así como tampoco Lucas es el autor del evangelio al cual se le atribuye su nombre, únicos evangelios –junto al de Santiago- que mencionan el nacimiento de Jesús. Las investigaciones de esta importante teóloga concluyen que:

“Los autores de ambos evangelios son desconocidos” [1].

A esta afirmación podemos añadir que en el evangelio de Mateo, el término “virgen” fue producto de una muy mala traducción, ya que Mateo (es decir, aquel que se escudó bajo el nombre del apostol para redactar dicho documento) la tomó de la traducción griega del Antiguo Testamento hebreo, llamada “Septuaginta”, hecha en el s. II a.C.. y que traduce el término hebreo alma (mujer joven) con la palabra griega pártenos (virgen):

La Virgen dará a luz
· Yavé se dirigió otra vez a Ajaz, por medio de Isaías, que le dijo: “Pide a Yavé, tu Dios, una señal, aunque sea en las profundidades del lugar oscuro o en las alturas del cielo.” Respondió Ajaz: ”No la pediré, porque no quiero poner a prueba a Yavé.”
Entonces Isaías dijo: “¡Oigan, herederos de David! ¿No les basta molestar a todos, que también quieren cansar a mi Dios? El Señor, pues, les dará esta señal: La joven está embarazada y da a luz un varón a quien le pone el nombre de Emmanuel, es decir, Dios-con-nosotros
[2]

Al respecto, Uta Ranke-Heinemann dice en su análisis que alma puede significar virgen más no necesariamente, y aún en el caso de que Isaías hubiese hablado de virgen, eso no significaba concepción virginal, tema que él no menciona por ninguna parte. Por tanto, aunque se piense que la traducción de alma por virgen era lo que Isaías quiso decir, el pasaje extraído por Mateo dice solamente que la madre del niño esperado era virgen antes de la procreación de éste, y no que la concepción se dió de forma prodigiosa o que la madre siguiera preservando el himen intacto. Además, Isaías estaba hablando de un suceso cercano, no de uno que acaecería 700 años más tarde [3].

Ahora bien, es importante señalar que la idea de una diosa virginal judía no es originaria de la cultura hebrea ya que la noción de vírgenes que paren niños redentores del mundo es un tema muy antiguo (Isis en Egipto, Deméter o Atenea en Grecia), de tal manera que podría argumentarse que nada tiene de extraordinario que este tema se haya desarrollado en el seno de la cultura hebraica… pero es que esta religión no creía absolutamente en el parto virginal debido a que el tema de hijos de dioses le era absolutamente ajeno:

“El judaísmo desconocía por completo la idea de un parto virginal,
y tampoco esperó tal parto para el futuro Mesías. Al contrario su
esperanza tenía por objeto a un Mesías que sería un hombre nacido
de hombres..” [4].

El elemento de la procreación milagrosa no apareció en este culto como resultado de una elaboración sistemática, relacionada con la historia de sus elementos morales, ya que si nos remitimos a Pablo, el autor cristiano más antiguo, encontramos (Gál 4,4) las siguientes palabras concernientes a la procreación de Jesús: “Nacido de una mujer”, que no es lo mismo de una virgen, es decir, nacido de una concepción absolutamente normal. Así mismo, en el evangelio de Marcos, una de las escrituras más viejas, se desconoce por completo el asunto del himen no dañado por la intervención de la práctica sexual o genital, himen incorruptible sea antes y después del parto de María.

La progresiva aparición del tema de la concepción virginal se insertó como parte de un plan que serviría tanto para la demostración de la omnipotencia del Redentor nacido, como por la ocasión de que con ello, los cristianos podrían colocarse a la par de culturas y doctrinas equidistantes, donde la presencia de dioses salvadores en mitos antiguos era importante, como por ejemplo la cultura helénica[5].

Y este plan inscrito dentro de los evangelios de Marcos, Mateo y Lucas funcionó de tal modo, que Jesús fue prácticamente volatizado en forma celestial, ya que se colocó dentro de su vida material poderes divinos, ya sea a través de su venida al mundo, así como también a través de su procreación. Más allá aún, los escritores evangelistas dataron la supuesta divinidad del llamado Cristo, en una fecha cada vez más temprana, a fin de convertir a Jesús en Dios, antes de la concepción.

Las contradicciones encontradas en los evangelios con respecto al nacimiento de Jesús, son prueba de la “falta de credibilidad histórica”[6] de estos documentos, desde el mismo momento del embarazo de María -cuyo nombre verdadero es Miriam-; se quizo hacer coincidir esta preñez, con un supuesto censo decretado por el emperador Augusto, que de acuerdo con las diligentes exploraciones históricas de la teóloga Uta Ranke-Heinemann, jamás se llevó a cabo pues, sólo eran censados aquellos que tenían posesiones, y José no poseía ningún bien material, de acuerdo con la descripción de Lucas. Este expone en Lc 2,22 ss, la purificación de la madre del Redentor conforme a la Ley de Moisés, esto es, a través de la entrega de “un par de tórtolas o dos pichones” [7] aves que sólo eran destinadas en la ablación, nada más que para la gente pobre. Ahora bien, si la pareja en cuestión carecía de posesiones, no tenía por qué trasladarse a otro lugar para que fueran censados, además que esos censos se realizaban en el lugar de las propiedades, y sería absolutamente descabellado que José sin ningún motivo arriesgara el embarazo de su mujer a punto de parir, a los peligros de un viaje cuya distancia podría ser más o menos 130 km; viaje que realizado sobre un burro tardaría mucho más que un día. Además que los censos llevados a cabo en esos tiempos, tenían un plazo de semanas, así como también de meses, por tanto no había ninguna urgencia de llegar el 24 de diciembre a la ciudad de Belén. Así mismo, es de hacer notar, que la exigencia de empadronamiento sólo afectaba a los cabezas de familia[8] por tanto ¿cuál era la urgencia de un pobre diablo con una mujer a punto de parir, para realizar tal viaje?

Pero, si no se llevó a cabo el tal censo en la época del nacimiento de Jesús, y María y José nunca se trasladaron a Belén desde Nazaret, seguramente Jesús no nació en la ciudad apuntada en ese evangelio, ni tampoco hubo cuna de paja al raz de la tierra, ni estrella anunciadora, ni comparsa de boyeros, vaqueros, porquerizos, ovejeros, cabreros o paveros, acompañantes de la pareja en sí, al momento de nacer el Redentor. Menos aún, existió zoológico alguno, tales como “la mula y el buey” que según un villancico latinoamericano “fueron los que vieron al niño nacer”. De tal modo que, si José y su mujer vivían en Nazaret, es allí donde debería haber visto la luz el llamado niño dios, y no en un lugar donde nada se les había perdido.

Más, Lucas no se queda allí; él refiere otra prueba dentro de su evangelio para hacer creíble el famosísimo parto. Dicho argumento, se basa en la fecha del pretendido censo, esto es, el año 6 d.C., fecha que hace coincidir con la existencia de Juan el Bautista, primo de Jesús, seis meses mayor que éste último, y engendrado en tiempos de Herodes (+a.C), época en la que Jesús ni siquiera había nacido.

La razón por la que Lucas hace nacer en Belén al hijo de José y María, podríadecirse que fueron más bien de corte político y no religioso, ya que Belén es la ciudad de del rey David, gobernante de Judá e Israel. Por tanto, el hecho que colocara el alumbramiento en ese pueblo, fue para afirmar que Jesús pertenece a la estirpe de este rey, fundador de la dinastía de Judá.
Por último, el evangelista Mateo tuvo que resolver el problema del nacimiento divino de otra manera:

“ Para él, Jesús de Nazaret debía trasladarse como fuera, de Belén a Nazaret, lo que Mateo ve de inmediato como cumplimiento de un vaticinio veterotestamentario[9]: 'Así se cumplió lo que dijeron los profetas, que se llamaría Nazareno'[10]

Pero Mateo se equivocó al malentender el pasaje de Isaías 11, 1, en el cual al Mesías se le aplica la cualidad de Nezer (rama), parte en que se divide el tronco o tallo principal de la estirpe de Jesé (padre de David). Y he allí que Mateo, cegado por la luz de su idea navideña, creyó leer ciudad (Nazaret) por linaje principal (Nezer). Así mismo, convirtió
-por “obra y gracia” de su pésima comprensión, una “rama”, es decir, una serie de personas que traen su origen de un mismo tronco, en un nacimiento divino en el que toda la sociedad occidental se vuelca a celebrar con ofuscamiento de la razón, una preñez virginal y un nacimiento celestial, existente sólo en unos vetustos papeles, reimpresos por siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Notas
[1] “No y Amén”. Uta Ranke-Heinemann. p. 19. Ed. Trotta
[2] “La Biblia Latinoamericana” Isaías (7,14). p. 463. Ed. Verbo Divino
[3] “Eunucos por el reino de los cielos”. Uta Ranke-Heinemann. p. 31. Ed. Trotta.
[4] “No y Amén”. Uta Ranke-Heinemann, p.50
[5] “No y Amén”. Uta Ranke-Heinemann, p.51
[6] “No y Amén”. Uta Ranke-Heinemann, p.19
[7] “No y Amén”. Uta Ranke-Heinemann, p.22
[8] “No y Amén”. Uta Ranke-Heinemann, p. 23
[9] Veterotestamentario: Perrteneciente o relativo al Antiguo Testamento, según el DRAE.
[10] “No y Amén”. Uta Ranke-Heinemann, p. 32

Bibliografía:
“No y Amén”, Uta Ranke-Heinemann. Ed. Trotta
“Eunucos por el reino de los cielos”, Uta Ranke-Heinemann. Ed. Trotta.
“La Biblia Latinoamericana”. Ed. Verbo Divino.

Escrito por Amerindia Castro © Todos los derechos reservados

Yo y mi Madre, 1981 y ahora

Visto en Menéame
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