viernes, 27 de mayo de 2011

Un abrazo para calmar la pesadilla del miníno

De niña pasé mucho tiempo en un lugar de Caracas llamado "la esquina de Gato Negro"; un sitio en el que los felinos se reproducían como caracoles y por donde deambulaban de casa en casa, y de las cocinas a los techos. Mi infancia transcurrió entre muchos pero muchos gatos, y con cariño muy especial recuerdo a la gata Josefina que se le cayeron los dientes de vieja, a Bonifacio, el gato consentido de mi padre, a "Pelusa", que murió estrangulada accidentalmente al rodar una cama y pegarla de súbito a la pared, y en especial a mi último gato "el pollo Claudio", que tuve que regalar cuando parí. He estado a punto de traerme a casa uno de estos animalitos pero no me han dejado pues tenemos una perra, y por ahora ella es la mascota de la casa. Sin embargo, he estado muy tentada de romper esa prohibición..

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