jueves, 18 de agosto de 2011

De cómo los rusos en verano bailan salsa

"Repican los palos,
suena la maraca,
zumba la botija,
se rompe el bongó.
Hasta el suelo
sobre un pie se baja
y da una vuelta
José Encarnación
y niña Tomasa
se desarticula"

José Zacarías Tallet,
"La Rumba", (oír aquí que es buenísimo)

Cuando visité la isla de Cuba para conocer a mi familia política, alguien me dijo que yo bailaba salsa como una negra. Confieso que secretamente me enorgullecí y sólo hasta ahora lo reconozco. Durante mi adolescencia, mi padre, connotado bailarín, rechazaba a aquellos pretendientes que no tuviesen sentido del ritmo aunque no supiesen bailar, y una vez adulta, esa valoración me sirvió de algo para espantar a los zombis auditivos, a los ciegos de cadera y a la emoción sin corazón.



Fuente del video: Ria Novosti

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Las aves maltratadas se convierten en abusadoras


Un 'piquero de Nazca' adulto ataca un pichón, que baja su pico en una típica actitud de sumisión

Las crías que sufren abuso a manos de aves adultas tienen una mayor probabilidad de convertirse, ellas mismas, en abusadoras, de acuerdo con una nueva investigación, quiere decir que la reproducción de conductas agresivas entre seres vivos de la misma especie, no le sucede solamente a los humanos.

Científicos de Estados Unidos observaron la continuación de un ciclo de violencia en las colonias de piqueros de Nazca, Sula granti o alcatraz, aves marinas de las Islas Galápagos y también, de otros lugares próximos a la costa de Ecuador, Colombia y Perú.

Los jóvenes pájaros que han sido maltratados por aves adultas y que no tienen vínculos de parentezco entre ellos, al crecer se comportan más violentos con otras crías.

Es la primera evidencia de que en los animales, al igual que en los seres humanos, el abuso de menores es un comportamiento que puede ser transmitido socialmente.

Los resultados de la investigación fueron publicados en la revista The Auk, El Alca, de la Asociación de Ornitólogos de EE.UU. Los autores del estudio son David Anderson, Martina Müller y otros colegas de la Universidad Wake Forest en Carolina del Norte.

Cada pareja de piqueros en Nazca cria a un sólo pichón cada año, alimentándolo con peces y calamares. Los nidos están dentro de colonias muy pobladas y frecuentemente se dan comportamientos violentos pero, cuando los padres salen al mar a buscar alimentos y los pichones están solos, los adultos sin crías aprovechan para acercarse a los nidos.

Las interacciones con las crías ajenas pueden ser positivas, pero frecuentemente son abusivas. Los visitantes intentan actos sexuales con los pichones o muestran diferentes comportamientos agresivos.

"El maltrato de las crías es muy claro y generalizado", dijo David Anderson a la BBC.

Los investigadores estudiaron las interacciones en una colonia de piqueros en la Isla Española, durante tres períodos de reproducción. Muchas de las aves estaban anilladas desde su nacimiento, lo que facilitó su identificación. Los científicos encontraron una fuerte correlación entre la frecuencia del maltrato sufrido por las crías, y el número de ataques que ellas mismas perpetraron a otros cuando adultas.

La experiencia de abuso condiciona a los pichones de por vida y podría incluso afectar otros aspectos de su personalidad, según el estudio.

Anderson descarta que la causa del comportamiento abusivo sea genética. Sospecha en cambio que el maltrato causa en las víctimas un aumento en los niveles de hormonas asociadas al estrés y esto desencadena a su vez comportamientos agresivos en el futuro, completando el ciclo de violencia.

"Este fenómeno puede ser la causa de variaciones en el comportamiento no sólo de humanos, sino de piqueros en condiciones silvestres y de varios mamíferos en situaciones de cautiverio", dijo Anderson a la BBC.

"El caso de los piqueros de Nazca puede ser muy útil para otros estudios sobre este fenómeno".

Fuente

El experimento de la cárcel de Stanford: todos podemos ser sádicos o sumisos


Hoy, hace 40 años se colocó este aviso en un periódico norteamericano, "Se necesitan estudiantes varones para un estudio psicológico de la vida en prisión. 15 dólares al día durante 1-2 semanas...". Con estas palabras se daba a conocer uno de los experimentos más controversiales e impactantes dentro de la psicología social, el experimento de la cárcel de Stanford, un ensayo científico en el que se logró probar que bajo ciertas condiciones seres humanos considerados normales, tranquilos y buenas personas pueden transformarse en terribles sádicos.

El ente que financió dicha investigación fue la Marina de Guerra de los Estados Unidos, con el fin de conocer las raíces de los conflictos entre sus efectivos cuando están en servicio, y también hallar una explicación para los problemas entre los reclusos de su sistema de prisiones

De 70 voluntarios que respondieron al anuncio de prensa, se escogieron 24 personas por ser consideradas las más equilibradas psíquica y emocionalmente. Tos los elegidos eran estudiantes universitarios de clase media, de los cuales 12 fueron elegidos para el rol de prisioneros y el resto para el de carceleros; el experimento tuvo que ser detenido a los seis días porque los considerados como prisioneros experimentaron tales grados de desesperación que rayaba en lo peligroso, a causa de la transformación sufrida por los otros 12, quienes de carceleros pasaron a ser sádicos despiadados.

Dicho estudio proporcionó a los científicos sociales una prueba determinante en cuanto a la idea del mal como algo inherente a todos los seres humanos, y no solamente ade unas malas semillas. A partir de este experimento los científicos dejaron atrás la división de buenas y malas personas pues se comprobó que en cualquier ser humano anida un mal que surge de acuerdo a determinadascon las circunstancias.



Un participante en el rol de policía de la prisión

El 17 de agosto de 1971, en una especie de performance real, policías de Palo Alto (California) apresaron a los 12 participantes voluntarios que actuaban en calidad de prisioneros, bajo la asusación de robo a mano aramada. La instrucción o educación como prisioneros incluía la lectura de sus derechos, la toma de las huellas dactilares y, una venda sobre los ojos al momento de ser llevados al sótano del edificio de Psicología de la Universidad de Stanford, el cual fue recreado como una cárcel. Las personas que actuarían como guardias se les instruyó para que se posesionaran mental y físicamente en su actuación como policías. No podían hacerle daño a los prisioneros, sin embargo tenían que lograr que éstos vivieran la situación de que los policías controlaban todo lo que pasaba.

La persona que hizo de oficial superior en esta falsa cárcel era el profesor de Psicología de la Universidad de Stanford, dr. Philip Zimbardo, autor del estudio. El día que comenzó el estudio transcurrió sin novedad pues aún había mucha fraternidad entre vigilantes y presos. Al otro día, los reclusos se mofaron de los guardias, aparentando juguetonamente que se rebelaban, sin embargo, esta actitud convenía al estudio ya que el prof. Zimbardo, diseñó el experimento para analizar las variaciones de conducta en los presos y no en los guardias.

"Los que les tocó ser carceleros no querían serlo; era 1971, eran unos hippies, activistas de los derechos civiles", dice Zimbardo en el documental Quiet Rage The Stanford Prison Experiment escrito por él mismo. Y fue ese segundo día en la noche cuanto todo comenzó a cambiar.

Los vigilantes, resueltos a tener el dominio, comenzaron a atropellar a los reos, inicialmente con insultos, y posteriormente con humillaciones y, por último, con castigos físicos
: desnudarlos, ponerles bolsas en las cabezas, obligarlos a hacer ejercicios físicos muy duros y no dejarlos dormir si se resistían fue la respuesta de los que actuaban como carceleros para hacerse respetar por los reclusos. Incluso se quedaban horas extra (sin cobrar) en la 'cárcel' para llevar a cabo los castigos. "Lo peor sucedía de noche", recuerda Zimbardo, porque los guardias sabían que el dr. se iba a dormir. Los carceleros pensaban que por ser de noche las cámaras se apagaban y en función de ello iniciaban un ciclo de maltratos y vejaciones cada vez más perverso.

Varios presos tuvieron ataques de nervios, algunos se declararon en huelga de hambre. Uno de los guardias, Dave Eshleman, comenta: "Yo siempre esperé a que llegara un punto en el que me dijeran 'basta ya, es solo un experimento', pero me parece que esto jamás sucedió"



A pesar de lo mostrado por las cámaras el equipo de investigadores decidió continuar con el estudio, y también sin tomar en cuenta que el propio Zimbardo estaba siendo atrapado por el experimento. En una entrevista realizada por Stanford Magazine (la revista de la asociación de alumnos de esta universidad) a propósito del cuarenta aniversario del experimento, Zimbardo cuenta que a los tres días, "yo caminaba con las manos a la espalda, algo que nunca hice en mi vida, a la manera en que los generales caminan cuando pasan revista a sus tropas".

La revista recogió testimonios de los estudiantes y psicólogos que participaron en el ensayo, y uno de ellos, Richard Yacco, hoy día profesor, recuerda: "Lo primero que realmente me confundió fue la privación del sueño. Cuando nos despertaron por primera vez, no tenía ni idea de que sólo había pasado cuatro horas durmiendo. Fue sólo después de que nos levantaran y obligaran a hacer unos ejercicios para luego dejarnos ir a la cama cuando me di cuenta de que estaban jugando con nuestros ciclos de sueño". Casi todos los reclusos tuvieron profundas crisis emocionales e incluso fue necesario sacar de la investigación a dos de ellos.

A fin de aumentar el proceso de deshumanización, los reclusos no eran identificados por su nombre sino por un número; Doug Korpi, quien era el número 8612 dijo, "Todo el mundo puede ser carcelero, pero resulta más difícil mantenerse en guardia contra el impulso de ser sádico". Korpi es actualmente psicólogo en una cárcel norteamericana.


Momento en que uno de los participantes del experimento de la Prisón de Stanford es detenido como parte de una instrucción real recibida en su rol de prisionero. La persona que lo ha de apresar es también un participante del experimento en su rol de guardia o policía.

Uno de los estudiantes que hizo de vigilante expresó al ser entrevistado, "Me creía incapaz de ese tipo de conducta y me sorprendió, mejor dicho, me consternó descubrir que podría actuar así". "Agarras la porra y representas tu papel", señaló otro. La función de los roles asignados fue uno de los grandes hallazgos del experimento. Zimbardo creció en uno de los barrios violentos de Nueva York, y durante su carrera siempre le interesó el fenómeno del mal. Le intrigaba que durante el Holocausto muchos, junto a la obediencia debida, colaboraron en el exterminio por un simple respeto a las normas.

El dr. Philip Zimbardo había seguido de cerca otro estudio realizado diez años antes por Stanley Milgram, prof. de Yale, el llamado experimento Milgram, en donde se comprobó que las personas por obedecer a una autoridad podían aceptar ser sometidas a castigos (descargas eléctricas que habrían provocado la muerte de no ser simuladas).

El experimento de la Prisión de Stanford terminó gracias a alguien que no pertenecía al estudio, una alumna novia de Zimbardo que se dió centa de lo que pasaba cuando visitó el sótano una noche. "Es terrible lo que le estás haciendo a estos chicos. ¿Cómo puedes ver lo que he visto y no preocuparte por su sufrimiento?". Las palabras de la novia del profesor, y la amenaza de dejar la relación, hizo que éste abriera los ojos, y dice Zimbardo, "Fue entonces cuando me di cuenta de que el estudio de la cárcel me había transformado para convertirme en el administrador de la prisión".

El dr. Philip Zimbardo, a cargo del experimento

Gracias a la novia del encargado del experimento la cosa no tuvo peores consecuencias, y la prueba se suspendió al sexto día. Una comisión de la Asociación Americana de Psicología (APA) revisó los protocolos de investigación con humanos y que el experimento había seguido las normas éticas exigidas, por lo que Zimbardo fue exonerado y elevado al rango de celebridad, hasta el punto de dirigir y presentar un popular programa sobre psicología en televisión. A esto hay que agregar que el antiguo jefe de los carceleros ficticios terminó siendo el presidente de la APA...cosa curiosa.

La investigación realizada en los sótanos de la Universidad de Stanford sigue provocando aún causa muchos resquemores pues, se le critica su falta de ética y muchos psicólogos le recriminan al experimento que no era 'puro' ya que los participantes no revelaron sus personalidades reales, sino que modelaron su conducta de acuerdo a estereotipos que ya tenían sobre prisioneros y guardias, y en base a eso realizaron un juego de rol.

El exámen realizado por APA al experimento de la Prisión de Stanford dictaminó que no se realizaran ensayos similares en el futuro pero, tal dictamen parece que nunca llegó a los oídos de los jefes de Abu Grahib. Este experimento inspiró varios libros y dos películas.


Richard Yacco, uno de los estudiantes que participó en el experimento, y hoy día docente de un Instituto en Oakland, California, dice que sí funciona la conclusión (ya que ésta es criticada por la Psicología Social, así como también el experimento), esto es, que las personas actúan en función del rol que se les ha asignado. Para Yacco la asignación de roles modela a la sociedad, y así lo explicó a Stanford Magazine: "Lo que nos frustra a mis colegas y a mí es que estamos creando grandes oportunidades para estos chicos, les ofrecemos un gran apoyo. ¿Por qué no lo aprovechan? ¿Por qué abandonan la escuela? ¿Por qué vienen sin preparación? Creo que la principal razón es lo que muestra el experimento de la prisión: caen en el papel que la sociedad tiene para ellos".

Fuentes del texto e imágenes: Público, la infiltrada, citadino americano, página de la Stanford Prison Experiment, the european, youtube