Si trabajas en una comisión taxidermista y no estás familiarizado con la especie que te han encargado disecar puedes buscarte problemas. En 1731 le regalaron un león al rey Federico I de Suecia y al morir el animal (el león no el rey), su piel y huesos le fueron entregados a un taxidermista que jamás había visto semejante bestia. Como no sabía de qué se trataba, en lugar de presentarle al rey de la selva le entregó una caricatura del rey de las bestias.
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