DIONISOS DIOS DEL VINO Y TRANSPORTE A LA MANIA
De las cenizas del Niño divino de los Misterios y los titanes, según K. Kerényi, brota el “Vástago”, el delicado retoño de la vid, los “zarcillos” de la parra: Dionisos, el dios nacido de la muerte, el hijo de Perséfone, y también hijo de Sémele, que al nacer trajo consigo “la bebida fluyente del racimo” que conforme a Jaen-Pierre Vernant, en "Mito y Pensamiento en la Grecia Antigua", aporta a los humanos, una experiencia de emancipación del orden institucional de la polis.
Dionisos, divinidad de la expresión emocional, dios de la máxima cercanía física y del abrazo, (“donde hay poder no hay eros”, Jung), dios del vino que calma el pesar de los apurados mortales y ofrece el sueño y el olvido de los males cotidianos, era para los antiguos “medicina para las penas”, dios “pharmakon": remedio y veneno. Cura y advertencia del peligro -o amenaza-, acciones inseparables la una de la otra y que se solicitan mutuamente durante el proceso de ingerir al dios, es decir, mientras bebemos.
Oinos: vino, bebida fermentada, seducción y embriaguez, trae de vuelta lo reprimido y despoja de sí mismo a aquel que ha sido tocado por esta deidad, transportándolo a una experiencia que repercutirá sobre la estructura jurídica, moral, y ontológica*, revelándole la ausencia de coherencia y la inexistencia de todo fundamento, con respecto a los principios que fundan dichas estructuras:
A través de la experiencia del éxtasis y del entusiasmo, este orden se descubre como una simple ilusión [...] en el extasis y el entusiasmo hay una búsqueda de una desorientación radical, lejos de la vida cotidiana, de las ocupaciones ordinarias, de las servidumbres obligadas; un esfuerzo por abolir todas las barreras mediante las que se define un mundo organizado: entre el hombre y el dios, lo natural y lo sobrenatural, entre lo humano, lo animal, lo vegetal, las barreras sociales, las fronteras del yo... (Mito y Pensamiento en la Grecia Antigua. Jaen-Pierre Vernant).
La ingesta de vino produce no sólo un 'ekstasis báquico' o "vuelo del alma liberada del cuerpo", sino también suprime el llamado principio de individuación, (el 'yo y su maleta llena de circunstancias) y el principio de enlace causal con las cosas, conectándonos sin distinción con lo otro, el otro, y entonces surge la fiesta, y la comedia, y las penas se hacen comunes a todos disolviéndose en la camaradería.
Dinisos, dios de las intoxicaciones conmina a ver la cara de lo reprimido en nuestra psique, a nuestros nudos, a aquello que la razón, el buen sentido, la sobriedad y el dominio de sí hace que lo más extraño de cada uno de nosotros aparezca como si no nos perteneciera. De tal manera que de frente a los trastornos ocultos, complejos, perturbaciones disfrazadas en neurosis, superioridades e inferioridades, psicosis, éstos puedan emerger o no, y en caso de aflorar darse el intento de un restablecimiento psicológico.
Por ello, tratar de eliminar a Dionisos de nuestras vidas, es anular infructuosamente un camino en el que se re-conoce el espacio oscuro que permite la muerte y el renacimiento del hijo de dios en nosotros; “memoria y conocimiento que celebra lo duro y doloroso como liberador”: Dionisos “Triunfo”. Oinos, dios de la cultura, que da paso al symposium, al intercambio, a la psique, al alma. Al gozo del buen beber y el arte del bien vivir
En Estados Unidos, durante los años 20, la prohibición del alcohol, desencadenó la violencia encarnada en las mafias; no hubo época anterior a la prohibición donde el consumo del pharmakon se haya elevado tanto. Para controlar esta situación hubo que legalizar el alcohol. Igualmente, en la polis griega, los ritos dionisiacos dejaron de amenazar el orden de la polis al ser reglamentando como rito oficial “canalizando esta histeria en rito”
En el año 83 D.C., Domiciano firma un decreto ordenando arrancar la mitad de los viñedos para cultivar cereales, dada la escasez del grano. Este decreto será revocado por él mismo, al aparecer en los muros de Roma un epigrama atribuido al propio Baco:
Dinisos, dios de las intoxicaciones conmina a ver la cara de lo reprimido en nuestra psique, a nuestros nudos, a aquello que la razón, el buen sentido, la sobriedad y el dominio de sí hace que lo más extraño de cada uno de nosotros aparezca como si no nos perteneciera. De tal manera que de frente a los trastornos ocultos, complejos, perturbaciones disfrazadas en neurosis, superioridades e inferioridades, psicosis, éstos puedan emerger o no, y en caso de aflorar darse el intento de un restablecimiento psicológico.
Por ello, tratar de eliminar a Dionisos de nuestras vidas, es anular infructuosamente un camino en el que se re-conoce el espacio oscuro que permite la muerte y el renacimiento del hijo de dios en nosotros; “memoria y conocimiento que celebra lo duro y doloroso como liberador”: Dionisos “Triunfo”. Oinos, dios de la cultura, que da paso al symposium, al intercambio, a la psique, al alma. Al gozo del buen beber y el arte del bien vivir
En Estados Unidos, durante los años 20, la prohibición del alcohol, desencadenó la violencia encarnada en las mafias; no hubo época anterior a la prohibición donde el consumo del pharmakon se haya elevado tanto. Para controlar esta situación hubo que legalizar el alcohol. Igualmente, en la polis griega, los ritos dionisiacos dejaron de amenazar el orden de la polis al ser reglamentando como rito oficial “canalizando esta histeria en rito”
En el año 83 D.C., Domiciano firma un decreto ordenando arrancar la mitad de los viñedos para cultivar cereales, dada la escasez del grano. Este decreto será revocado por él mismo, al aparecer en los muros de Roma un epigrama atribuido al propio Baco:
“AUNQUE HASTA LA RAIZ ME DEVORES, DARA FRUTO BASTANTE PARA HACER, CORNUDO, UNA LIBACION SOBRE TU CUERPO DEGOLLADO”
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