domingo, 29 de abril de 2012

Un estudio probó que pensar analíticamente fomenta la incredulidad religiosa hasta en los creyentes


Pensar analíticamente fomenta la incredulidad religiosa hasta en los creyentes, según una investigación de dos psicólogos de la Universidad de la Columbia Británica (UBC) cuyos resultados publica hoy la revista Science. “Nuestro estudio se basa en investigaciones previas que vinculan las creencias religiosas con el pensamiento intuitivo. Nuestros hallazgos sugieren que la activación del sistema cognitivo analítico en el cerebro puede socavar el soporte intuitivo para la creencia religiosa, al menos temporalmente”, ha indicado Ara Norenzayan, uno de los autores del artículo.

Will Gervais y Norenzayan parten de la “vieja idea de la psicología” de que podemos procesar la información de dos maneras: una intuitiva, rápida y para la que tomamos atajos mentales; y otra basada en el pensamiento analítico, que exige un mayor esfuerzo intelectual, pararse a pensar. Ambos sistemas funcionan, a veces, en paralelo; y, en ocasiones, el pensamiento analítico se impone al intuitivo, que está demostrado que "facilita y apoya la creencia en lo sobrenatural, el aspecto central de las creencias religiosas”. "Si la creencia religiosa emerge gracias a la convergencia de una serie de procesos intuitivos, y el procesamiento analítico puede inhibir o anular el intuitivo, entonces el pensamiento analítico puede socavar el soporte intuitivo de la creencia religiosa", apuntaban inicialmente los autores como hipótesis. Para ponerla a prueba, hicieron cinco experimentos.

En el primero, un grupo de universitarios tuvo que resolver tres problemas simples en los que la intuición lleva a una solución rápida y errónea, y responder después a tres series de preguntas sobre sus creencias religiosas. Los problemas eran del estilo de: “Un bate y una pelota cuestan 1,10 dólares. El bate cuesta 1 dolar más que la pelota. ¿Cuánto cuesta la pelota?”. Los investigadores comprobaron que los individuos que aplicaban el pensamiento analítico -que daban con la solución correcta- tendían a mostrarse menos religiosos en el cuestionario subsiguiente. ¿Pero se trataba de una correlación o había una relación causa-efecto entre pensamiento analítico e incredulidad?

Para responder a esa pregunta, diseñaron otras pruebas en las que recurrieron a estratagemas para inducir a parte de los sujetos a pensar analíticamente. Así, descubrieron que, independientemente de sus creencias iniciales, los individuos pensaban más analíticamente si veían una figura que parecía estar haciéndolo -como El Pensador, de Rodin- que si tenían delante otra que no -como El Discóbolo, de Mirón-; si, en un juego de completar frases, las palabras entre las que podían elegir eran pensar, analizar, racional…; y hasta si se les preguntaba por sus creencias usando en el cuestionario un tipo de letra de más difícil lectura que lo normal. En todas estas pruebas, el grupo inducido a pensar analíticamente mostraba una mayor incredulidad religiosa que el de control.

En el estudio participaron 650 adultos estadounidenses y canadienses. Gervais reconoce que, aunque los resultados son “robustos”, queda por explorar si el aumento de la incredulidad religiosa tras practicar el pensamiento analítico es temporal o se mantiene a largo plazo, y hacer pruebas similares en otras culturas.

Fuente: elcorreo, sciencemag

El español es el idioma más rápido

A menudo, cuando oímos hablar en otros idiomas, nos parece que las palabras corren a toda velocidad, como si se tratara de la ráfaga de una ametralladora. Desde el punto de vista científico, ese hecho fue notado por el lingüista Peter Roach en 1998. Ahora, un estudio llevado a cabo en Francia ha cuantificado esa impresión. Y con resultados ciertamente sorprendentes, ya que resulta que es el castellano, junto al japonés, el idioma más "rápido" de todos los estudiados.

François Pel­legrino, de la Universidad de Lyon, analizó el habla de 59 personas mientras leían los mismos 20 textos en voz alta y en siete idiomas diferentes. Y hallaron que el castellano, y el japonés, eran los más "rápidos", ya que en ellos se sucedía el mayor número de sílabas por segundo. En el otro extremo, el idioma más "lento" de todos resultó ser el mandarín, seguido muy de cerca por el alemán.

Pero eso no es todo. Los investigadores calcularon también cuál era la densidad de información que transportan las sílabas de cada idioma. Dicho cálculo se llevó a cabo por comparación con un octavo idioma, el vietnamita, elegido como referencia. El resultado fue que una sílaba cualquiera del castellano transporta una cantidad muy pequeña de información. Mucho menor, de hecho, que en cualquiera del resto de los idiomas analizados. Es decir, que una única sílaba en nuestro idioma contribuye sólo en una mínima parte al significado general de la frase que la contiene.

Justo al contrario de lo que sucede con el mandarín. Una única sílaba de este idioma contiene una cantidad de información mucho mayor que una en castellano. De hecho, mucho mayor de la que contiene una sílaba de cualquier otro idioma, algo que los investigadores atribuyen al hecho de que las sílabas, en mandarín, también incluyen tonos. El remate del estudio es que, a pesar de esta diferencia, al final de cada sentencia tanto el castellano como el mandarín son capaces de transmitir a quien escucha exactamente la misma cantidad de información.

Gramática universal

La correlación entre la velocidad del habla y la densidad de información varía en un factor de cinco entre los siete idiomas analizados en el estudio, una de cuyas conclusiones es que, a pesar de la gran diversidad de los lenguajes que existen en el mundo, todos ellos transmiten una tasa común y constante de información, tasa que probablemente esté "sintonizada" con la capacidad de asimilación de la percepción humana.

Lo cual implica un cambio profundo en la forma que tenemos de comprender, y de interpretar, la gran cantidad de lenguajes que existen en el mundo. Ya en la década de 1950, el lingüista Noam Chomsky propuso la idea de una gramática universal, una serie de estructuras abstractas y comunes a todos los idiomas y lenguajes del planeta, a pesar de las diferencias aparentes que existen entre ellos. La hipótesis, revolucionaria en su momento, causó sensación en el mundo de la lingüística, aunque más tarde se demostró que encontrar esas "estructuras comunes" no era, en absoluto, una tarea sencilla.

Pero la investigación de Pel­legrino abre una nueva puerta para comprender la forma en que los humanos se comunican. Y demuestra que los diferentes idiomas, a pesar de sus variadas estructuras y características, suministran a quien escucha un flujo de información que es constante. Visto de ese modo, la "gramática universal" propuesta por Chomsky deja de ser una idea inalcanzable y abstracta para convertirse en un eje esencial de la comunicación humana y que asegura un flujo constante de información desde quien habla hasta quien escucha. Sin importar en qué idioma se esté hablando

Fuente: ABC