François Pellegrino, de la Universidad de Lyon, analizó el habla de 59 personas mientras leían los mismos 20 textos en voz alta y en siete idiomas diferentes. Y hallaron que el castellano, y el japonés, eran los más "rápidos", ya que en ellos se sucedía el mayor número de sílabas por segundo. En el otro extremo, el idioma más "lento" de todos resultó ser el mandarín, seguido muy de cerca por el alemán.
Pero eso no es todo. Los investigadores calcularon también cuál era la densidad de información que transportan las sílabas de cada idioma. Dicho cálculo se llevó a cabo por comparación con un octavo idioma, el vietnamita, elegido como referencia. El resultado fue que una sílaba cualquiera del castellano transporta una cantidad muy pequeña de información. Mucho menor, de hecho, que en cualquiera del resto de los idiomas analizados. Es decir, que una única sílaba en nuestro idioma contribuye sólo en una mínima parte al significado general de la frase que la contiene.
Justo al contrario de lo que sucede con el mandarín. Una única sílaba de este idioma contiene una cantidad de información mucho mayor que una en castellano. De hecho, mucho mayor de la que contiene una sílaba de cualquier otro idioma, algo que los investigadores atribuyen al hecho de que las sílabas, en mandarín, también incluyen tonos. El remate del estudio es que, a pesar de esta diferencia, al final de cada sentencia tanto el castellano como el mandarín son capaces de transmitir a quien escucha exactamente la misma cantidad de información.
Gramática universal
La correlación entre la velocidad del habla y la densidad de información varía en un factor de cinco entre los siete idiomas analizados en el estudio, una de cuyas conclusiones es que, a pesar de la gran diversidad de los lenguajes que existen en el mundo, todos ellos transmiten una tasa común y constante de información, tasa que probablemente esté "sintonizada" con la capacidad de asimilación de la percepción humana.
Lo cual implica un cambio profundo en la forma que tenemos de comprender, y de interpretar, la gran cantidad de lenguajes que existen en el mundo. Ya en la década de 1950, el lingüista Noam Chomsky propuso la idea de una gramática universal, una serie de estructuras abstractas y comunes a todos los idiomas y lenguajes del planeta, a pesar de las diferencias aparentes que existen entre ellos. La hipótesis, revolucionaria en su momento, causó sensación en el mundo de la lingüística, aunque más tarde se demostró que encontrar esas "estructuras comunes" no era, en absoluto, una tarea sencilla.
Pero la investigación de Pellegrino abre una nueva puerta para comprender la forma en que los humanos se comunican. Y demuestra que los diferentes idiomas, a pesar de sus variadas estructuras y características, suministran a quien escucha un flujo de información que es constante. Visto de ese modo, la "gramática universal" propuesta por Chomsky deja de ser una idea inalcanzable y abstracta para convertirse en un eje esencial de la comunicación humana y que asegura un flujo constante de información desde quien habla hasta quien escucha. Sin importar en qué idioma se esté hablando
Fuente: ABC
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