sábado, 12 de febrero de 2011

La Neurobiología estudia el por qué resulta tan difícil olvidar a un gran amor

Investigaciones en el campo de la neurobiología prueban que una relación amorosa intensa ocasiona un "conflicto cerebral" de tal magnitud que lo hace imborrable. Este tipo de relaciones produce en nuestra mente marcas que vuelven a reactivarse sin que hagamos mayores esfuerzos, y mientras más grabemos en nuestro cerebro aspectos de esa relación, más reales serán nuestros recuerdos.

Hace ya un año que Amelia y Gustavo se abrazaron por última vez y dieron por terminada su relación, sin embargo, hasta el día de hoy ella no puede evitar suspirar a pesar de ya haber pasado por todas las etapas del duelo amoroso, e insistir en el olvido de esa relación. Es el clásico "no he podido olvidarte" que deviene en forma de recuerdos a pesar del tiempo, es la activación de una palpitación de antaño o el dolor de pecho revivido con sólo pequeñas cosas; un olor, una canción, una inocente frase en boca de alguien hacen que el cuerpo de Amelia reviva el amor de Gustavo porque... no todo depende de la voluntad de olvidar.

Según el neurobiólogo Antoine Bechara, esas imágenes insisten en volver porque existe un circuito neurológico que afinca con más profundidad los recuerdos que fueron integrados a nuestra vida a través de un intenso contexto emocional. "Desde el punto de vista neurológico, quedarse solo durante un tiempo no ayuda a superar el fin de una relación”, agrega el científico, tampoco tapar todo con una nueva pareja evitará que el cerebro siga enviando recuerdos.

Lo que Bechara investigó es lo que él llama “conflicto cerebral”: por un lado la relación se termina; por otro, el cerebro sigue disparando imágenes y reacciones corporales. Los investigadores utilizaron Resonancia Magnética Funcional para determinar qué áreas cerebrales desempeñan ciertas funciones, como el habla, el movimiento y la sensibilidad. Antoine Bechara es reconocido mundialmente por sus investigaciones sobre las funciones cerebrales que intervienen en la toma de decisiones..

¿Qué es lo que hace que una experiencia sea imborrable?

“En el lóbulo temporal hay dos estructuras. Una se llama hipocampo y por allí pasa la memoria declarativa, es decir, desde acordarse qué día es hoy hasta la cara de una pareja. Al lado hay otra llamada amígdala, que contiene a la memoria emocional. Para que la información declarativa pase por el hipocampo y se distribuya en el cerebro, debe haber un contexto emocional: por ejemplo, una situación atípica y desconocida vivida con ese gran afecto. Cuando la amígdala detecta ese contexto emocional envía neurotransmisores al hipocampo. Así se incorpora en la memoria como fenómeno de fijación”, así explicó Ignacio Brusco, director del Centro de Neurología de la Conducta y Neuropsiquiatría de la UBA.


Las imágenes relacionadas con ese intenso amor vivido en el pasado retornan con su carga corporal secuestrando a nuestro cuerpo en su caída a pesar del largo tiempo transcurrido: “Es la amígdala que sigue respondiendo con descargas emocionales involuntarias, como el dolor en el estómago o las palpitaciones”, agrega el Dr. Brusco.


No sucede lo mismo con los affaires, aventuras o amores pasajeros: “Cuanto mayor sea la información que se grabó hacia ese afecto, en cantidad o calidad, más grabado va a estar en la amígdala y más reacciones va a seguir enviando. Estos recuerdos pueden aparecer como imágenes pero también como olores, sensaciones auditivas y como procesos de pensamiento”, añade. Todos los que hemos caminado por los tizones encendidos del duelo amoroso sabemos cuánto se demora en salir de ese doloroso tramo, y aquellos que todavía están bajo el proceso del duelo amoroso saben cuánto puede apalearnos un olor o una canción ligada a ese amor ya ido.


Es frecuente que al toparnos con algún o alguna "ex" quedemos descolocados debido al repentino asalto de recuerdos muy vívidos -aunque nuestros "ex" ni siquiera nos hayan visto. Ezequiel Gleichgerrcht, neurobiólogo del Instituto de Neurología Cognitiva (INECO), cita la hipótesis de Antonio Damasio, un prestigioso investigador en neurociencias: “Según su hipótesis del ‘marcador somático’ hay experiencias que gatillan señales químicas en nuestro organismo. Por ejemplo: si caminamos por el campo y por primera vez en la vida nos cruzamos con una víbora que abre la boca y se abalanza hacia nosotros, se disparará un conjunto de moléculas que quedarán asociadas a la sensación del miedo. Si nos volvemos a cruzar con una víbora volverá a gatillarse este patrón y nos producirá la misma sensación de miedo aunque ni siquiera abra la boca”. Añade que, “Aunque este modelo aún está siendo debatido, podemos comprender por qué ciertas emociones, positivas o negativas, pueden perdurar cuando nos exponemos a la persona que generó esos sentimientos”.


De todos modos no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista, el olvido amoroso también tiene su explicación científica: “Con el tiempo, cuando las conexiones cerebrales que facilitan la revisión de situaciones críticas y emociones negativas se saturan, pueden sufrir lo que se llama ‘down regulation’: una disminución de los neurotransmisores en la zona de intercambio neuronal. Esto explicaría por qué los recuerdos vinculados a alguien importante van perdiendo peso”, dice Claudio Waisburg, neurólogo del la Fundación Favaloro.


Fuente original: Clarín.com

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