Foto de diciembre 2011 del Rey español, Nunca dijo que la puerta que le pegó tenía una mano muy dura o que en un momento de 'confusión navideña' su majestad creyó que la puerta estaba en el piso o quizás doña Sofía fue quien abrió la puerta justo en el rostro real también confundida por tanta realez-dad... Imagen tomada de UPI
Son incontables las personas que después de Nochebuena dejaron de tratar al cuñado, a la suegra, al vecino, o dijeron a su mujer lo que no le habían dicho en todo el año. Es más que seguro que muchos de los que leen este post conocen a alguien que se pasó de tragos y terminó metiendo no las patas sino el cuerpo entero, y cuidado si no es hasta la misma persona que está ahora leyendo porque...a mi ya me pasó hace 20 años con los ex- cuñados de mi primer matrimonio pues... es de sobra conocido que entre trago y trago nos envalentonamos para proferir palabras que no pudimos expresar en los 359 días anteriores.
Suele suceder que cada diciembre muchos vuelven a tener "esa discusión" con las mismas personas de siempre -o con algunas nuevas- y por ello, después de los festejos decembrinos aumentan las separaciones de pareja y las rupturas familiares. Blanca Matalobos, psicóloga y terapeuta familiar explicó a El Confidencial que “Normalmente en todos los períodos de vacaciones” hay más problemas y “hay más parejas y familias que se rompen”.
Las causas son varias: por una parte salimos de un período caracterizado por el estrés y, por otra, esperamos al final de las fiestas para dar el paso definitivo. “Es una época complicada porque hay cierta presión social para que estemos contentos y no siempre uno lo está porque los problemas no desaparecen en estos días”, comenta la psicóloga.
Además, nos encontramos coaccionados con tener que juntarnos con mucha gente, con la que no nos llevamos bien o con la que no hemos resuelto nuestros problemas. Matalobos alude a que, encima, “bebemos más y estamos más desinhibidos, con lo que se pueden reabrir viejas heridas”.
Otro de los problemas es que en Navidad “soportamos mucho estrés: compromisos familiares y laborales, hay que gastar mucho dinero porque si no, no está bien visto, hay que hacer muchos preparativos…”. Sin embargo, estamos acostumbrados, según asegura Matalobos, a “ser independientes y no compartir muchos momentos con la pareja o familia”. Si tenemos vacaciones y esperamos descansar, muchas veces no lo conseguimos, con lo que encima nuestra actitud acaba siendo peor.
Más posibilidades de conflicto con la familia política
También está la polémica de todos los años de con quién cenamos en Nochebuena, si con la familia política o la propia. Si finalmente decidimos ir con nuestra familia de origen, éstos “nos siguen dando pautas de cómo debemos comportarnos” como ‘por qué haces esto así, yo lo hago de otra forma’, y se hacen preguntas incómodas como ‘cuando vas a tener niños, si teos vais a casar, si tienes que buscar un trabajo mejor…’ “Esto se lo permites a tu madre, pero no a tu suegra”, asegura la terapeuta familiar.
Cuñados y suegros son los principales allegados con los que solemos discutir en estas fechas. Sin embargo, como comenta Blanca Matalobos, “cada familia es un universo “. La cuestión es que “los límites no están claros en estas reuniones y no siempre todos los que nos reunimos nos caemos bien, con lo que pueden surgir fricciones”.
Los conflictos surgen en muchos casos por luchas de poder e identidad. Matalobos lo achaca a que “a veces se marcan límites de manera tajante y surgen problemas”. Además está la presión “de que tenemos que llevarnos bien, con lo que muchas personas acuden al evento con un carácter suspicaz”.
Imagen tomada de apolorama
“Por mi experiencia la Navidad se vive con miedo y recelo por la presión que tenemos para estar bien y en muchos casos, no nos vemos con ganas”, dice la psicóloga.
La Navidad, punto de inflexión
Cuando llega la Navidad y ya hemos sufrido problemas familiares, nos presentamos a las reuniones como si fuese la última oportunidad para arreglarnos y vemos, por tanto, el final de las fiestas como un buen momento para romper con lo que no nos gusta.
“En estas fechas se nos anima a hacer balance del año y lo vivimos como que tiene que ser un punto de inflexión. Se plantean cambios después de Navidad, que no es lo que genera en sí las rupturas, sino lo que hace que nos las planteemos una vez han terminado las fiestas”, dice Matalobos.
Sin embargo, la psicóloga alude a que “lo vemos como la última oportunidad para resolver conflictos y no son las mejores condiciones para aclararlos”. “Está sobrevalorada la magia navideña para solucionar problemas abiertos y, aunque puede ser un punto de partida, no es el momento”, asegura.
Explica Blanca Matalobos que “tocar emociones en un día con grandes expectativas en ese sentido es más un mito que una realidad”, aunque “sí está bien limar asperezas, no es el mejor momento para conseguir grandes objetivos”. El Club de Las Neuronas Muertas recomienda recordar siempre esto último.
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