martes, 3 de julio de 2012

Dos poemas vacunos para gente sola y vegetariana, de Alvaro Miranda














Poema para señalar la pesadumbre de un

toro, que a pesar de ser cornudo, sufrió de
cornamentas por gracia gratuita de la reina
del potrero, la noche en que la luna hacía
siluetas sobre dos figuras enamoradas, entre
las cuales, desde luego, no se hallaba él, el
toro, sino su amada vaca y un novillo que
tenía fuego de volcán debajo de sus cuartos
traseros.
Le han puesto cuernos al toro;
se manchó de sombras su testuz.
¿Fue la ternera de paso andaluz?
¿Fue la de ubre en flor? ¿Fue la de teta
en leche, la de mirada blanca en la
[conquista?
¿Fue la cebú? ¿La casquivana vaca
lo dejó cabrón?
Toro macho,
toro ungido,
qué cuernos tienes,
qué tristeza en tu pipí.





















©2011 Mahr Images

Poema para reivindicar las carnes asadas

que me he comido en mi vida y con lo
cual los vegetarianos reivindican todas las
puestas de cachos que las vacas acostumbran
ponerle a sus enamorados una vez consiguen
un novillo que les calmen las ansias.
La vaca ojona, la vacona actríz,
se fue para siempre, se marchó al fin.
¿Quién mató la res, quién le hizo pum,
[quién le hizo chis.
Está bocarriba con un tajo en su naríz.
Para el matasero la llevan partida
la becerra beef, la hembra churrasco,
la de cuero para zapato, la de cuerno para
[dados,
la de sesos al jerez, la de hígado
[encebollado,
la vaca que en el potrero era emperatríz.


Escrito por Alvaro Miranda, nacido en Santa Marta, Colombia, en 1945) .

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