PRENDÍ LAS PIERNAS
(Cap. V)
Conseguí trabajo en el cine. El Dorado, un teatro, como vendedor de caramelos y chicle y chocolates. Un tipo me dió una cestota. Yo entraba en el teatro y decía: ¡caramelos, pastillas de limón, chocolates, chicles, caramelos de menta! Eramos varios muchachos. La única niña era yo, porque andaba disfrazado de muchachita. Pero duró horas el trabajo. Me pasié por todo el teatro, mientras comenzaba la función: ¡caramelos, chicles, pastillas de limón! Cuando apagaron las luces, prendí las piernas: Me fuí con cesta y caramelos.
*(Prender las piernas: marcharse de un lugar a toda carrera)
COMENCÉ A CONOCER DELINCUENTES EN LA POLICÍA
(Cap. VI)
A los tres días caí preso por primera vez, pues las veces anteriores había caído por vago pero no por cometer un delito. Resulta que me hacía falta una bicicleta que alguien había dejado en el hotel y decidí robármela. Así fue. A las dos horas estaba preso y me ficharon. Me fichó un tal Frías, Jefe en la Sección de Robos de la Comandancia General de Policía. Me sacaron mi foto, me pusieron el número 911 en la ficha y me metieron en un calabozo para muchachos. Ahí me hice hombre. Para ir al baño tenía que atravesar un largo pasillo.
Los bugarrones, esos que les gusta coger muchachos, estaban atentos a los que salían para el baño. A mí me tocó ir a mear, pero salí mosca y con una especie de chuzo que había hecho de una lata de sardina. En el camino me salió un bugarrón. Le dije: ¡no me agarre, vale! pero el tipo se me vino encima y me agarró las nalgas. Yo saqué el chuzo y se lo bajé desde la garganta hasta el pecho. ¡Coño, me jodiste!, alcancé a oír en la carrera. Al rato me llamaron a rendir declaración. Al bugarrón se lo llevaron para el hospital. ¿Qué pasó? -me preguntó el sargento-. Pues que ese bugarrón -el sargento tosió fuertemente-, que ese bugarrón intento cogerme y me agarró las nalgas y ¡que vaina es ésa! Vaya para su celda -me dijo el sargentoi-, antes que le mande as dar una paliza. Pues me voy -le dije-. Desde ese momento me sentí un hombre, un macho. Empezaron a respetarme. Cuando salía para el escusao, me decían: ¡qué huhibo, mijo! ¡quieres un cigarro? y tal, y me congratulaban. ¡Este carajito es jodío! Allí pasé una semana. Empecé a conocer delincuentes y a conocer delincuencia. Nadie se ocupaba de correciones ni de aconsejar. Salí hombre, dispuesto a continuar mi vida que se asomaba.
Bugarrón: 1. m. vulg. Cuba. Varón homosexual.
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Bugarrón: 1. m. vulg. Cuba. Varón homosexual.
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