sábado, 20 de agosto de 2011

Pieles

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Fotografía de Christophe Gilbert. Vía kleinezeitung

Música y cerebro

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1. La cocaína eleva la dopamina en un 22% la música en un 21%

Por medio de imágenes de resonancia magnética, investigadores de la Universidad de McGill (Canadá), lograron un cuadro preciso de las melodías en el cerebro. Uno de los primeros hallazgos de la investigación en la que participaron 217 personas- es que la música activa la liberación del químico dopamina -un químico cerebral ligado al sistema de recompensa- en las zonas conocidas como estriado dorsal y ventral, asociadas a nuestra respuesta a estímulos placenteros. La dopamina aumenta en promedio entre un 6 y 9%, y comienza a elevarse a los 15 segundos antes del momento culminante de una canción. Análisis previos probaron que la cocaína eleva los niveles de dopamina en 22%, mientras que una comida placentera lo hace en 6%. "En el test musical, una persona experimentó un alza de 21%, eso demuestra que para alguna gente una canción puede ser sumamente placentera", dijo la neurocientífica Valorie Salimpoor a The Guardian. La experta agregó que la "dopamina es clave, porque nos hace repetir conductas. Es la razón de por qué existen las adicciones, positivas o negativas. La euforia de la música se ve reforzada neuroquímicamante, por lo que siempre volvemos a ella".

2. El cerebelo hace agitar la cabeza con el rock y menear las caderas con la salsa

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Daniel Levitin, sicólogo y neurocientífico de McGill, es una de las mayores autoridades en los procesos que desata la música en el cerebro, además de haber sido productor musical de Stevie Wonder. En su libro El cerebro y la música, recoge varios estudios sobre el tema. En uno de sus primeros experimentos, Levitin detuvo a varios desconocidos en la calle y les pidió que cantaran, de memoria, alguna canción favorita. Al comparar los resultados con un disco, notó que la mayoría replicó el ritmo con un margen de error de sólo 4%, y el 66% cantó con un tono muy similar al original. Si la mayoría de los recuerdos se distorsionan con el tiempo, ¿por qué la música permanece? En estudios con resonancia magnética, Levitin identificó un complejo circuito: primero la música activa la zona más frontal del cerebro, encargada de procesar la información sensorial y, aún más importante, de decodificar el lenguaje, lo que revela su complejidad. Luego, se libera dopamina y se gatilla el cerebelo, área asociada al movimiento físico, lo que explica por qué sentimos la necesidad de mover las caderas al son de la salsa o de agitar la cabeza con un tema de heavy metal.

3. El oído musical se puede moldear

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Las diferencias en nuestra habilidad para apreciar la música se deben, según los científicos, a diferencias estructurales del cerebro y a la exposición a un entorno repleto de melodías. Durante los años 90, neurólogos alemanes compararon imágenes de resonancia magnética de 27 pianistas diestros con los de 27 personas diestras que no eran músicos. Así descubrieron que la parte del cerebro asociada con el procesamiento auditivo era mayor en el hemisferio izquierdo de los músicos, particularmente en aquellos que se vieron fuertemente expuestos a la música antes de los siete años.

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Incluso se determinó que el cuerpo calloso, un área compuesta por millones de fibras nerviosas que conectan ambos hemisferios, es entre 10% a 15% más gruesa que en aquellos que no son músicos o quienes empezaron a practicar más tarde. De hecho, Levitin explica que varios estudios muestran que si un niño no se ve expuesto a la música durante sus primeros 10 años de vida, tal vez nunca llegue a desarrollar un gusto por este arte. El experto agrega que no todos quienes escuchan música o aprenden a tocarla desde pequeños se convierten en Mozart, pero sí desarrollan una agudeza particular para identificar ritmos, arreglos y partituras.
4. Nuestro corazón sigue la melodía

Imagen tomada de La Nieve

La música no sólo afecta nuestro cerebro, sino que modula la presión sanguínea, el ritmo cardíaco y la respiración. Un equipo dirigido por el doctor Luciano Bernardi, de la Universidad de Pavia (Italia), analizó a 24 voluntarios, la mitad de los cuales eran cantantes semiprofesionales y el resto correspondía a personas sin entrenamiento musical. Al escuchar cinco selecciones de autores como Beethoven, Bach y Puccini, seguidos de segmentos de dos minutos de silencio, los expertos descubrieron cómo los crescendos de cada tema generaron una contracción proporcional de vasos sanguíneos y aumentos en la presión sanguínea y ritmo cardíaco, además de una respiración más intensa. El análisis también mostró que durante los tramos más sosegados, dichas medidas decayeron. Pero más importante aún es que las secciones más ricas de cada tema, como aquellas existentes en las arias de Verdi y cada una de las cuales dura unos 10 segundos, hacen que el ritmo cardíaco se sincronice con el de la musica. Se trata de una compenetración que se dio en ambos grupos de voluntarios, aunque los músicos desplegaron una respuesta más intensa.

5. Los pies marcan para aligerar el aumento de la circulación

Enlace de la imagen, escultura deMcClure-Dahlstrom

Varios investigadores plantean que llevar el ritmo con los pies mientras escuchamos un tema en la radio en realidad opera como un mecanismo automático para aligerar el aumento de circulación sanguínea que se produce en nuestras piernas, generado especialmente por la activación de las zonas motoras del cerebro. Greg McLatchie, cirujano y especialista en actividad deportiva de la Universidad Sunderland (Inglaterra), explicó al diario The Guardian, que la práctica de llevar el ritmo es particularmente buena para mejorar la circulación. "Hay gente que mueve sus pies hasta 10 horas diarias, ya sea porque en su cabeza ronda una canción o simplemente lo hacen mientras ven televisión, trabajan o comen. Tal vez no lo consideremos como una actividad física, pero lo es y, además de mejorar la circulación, nos ayuda a mantener nuestro peso a raya". Según un reporte de la Clínica Mayo, mover los pies de forma constante por ocho horas equivale a una sesion de 30 minutos de squash, en términos de quema de calorías. "Para realizar este movimiento se usa el músculo más grande de la pantorrilla, el cual necesita energía de carbohidratos, por lo que activarlo va quemando calorías", agrega McLatchie.

6. Las conciertos en vivo activan zonas cerebrales ligadas a las emociones pero un mp3 no

Piano pianista, del artista Jesús Rodríguez Vásquez. Tomado de Gal
Científicos de la Universidad Florida Atlantic (EE.UU.) identificaron aspectos claves de una presentación en vivo que activan las zonas cerebrales ligadas a las emociones, además de mostrar, por primera vez, cómo estos pequeños detalles cautivan al cerebro en tiempo real. Los expertos grabaron una interpretación de una obra de Chopin, realizada por un pianista profesional, y luego elaboraron una versión digital de la misma pieza en un computador. Al analizar la reacción de aficionados a la música, mediante resonancia magnética, se determinó que la pieza intepretada por un humano -que incluía cambios dinámicos de ritmo e intensidad- generó más actividad en las zonas cerebrales ligadas a las emociones y la recompensa. Y lo que es más importante es que las ligeras variaciones generaron cambios en la actividad neuronal en tiempo real, sobre todo en las áreas motoras responsables de seguir el ritmo y en el sistema cerebral ligado a la neuronas espejos, el cual se activa cuando las personas observan cómo alguien más realiza una acción que ellas mismas pueden hacer.