sábado, 25 de septiembre de 2010
El pasado no se mueve de su sitio
Los hermanos Lumiére no fueron los primeros en irradiar colores en las imágenes de blanco y negro primigenias. Se considera a Nicéphore Niepce, francés (1820), como el inventor de la fotografía, sin embargo fueron los Lumiére los grandes triunfadores en congelar los momentos para la posteridad.
La primera foto registrada en la historia, creada por Nicéphore Niépce: "Punto de vista desde la ventana de Gras", 1826.
Luego vendría Louis Daguerre como el primer divulgador de esta ciencia y arte.
Daguerrotipo del Boulevard du Temple, 1838, en la zona inferior izquierda puede observarse a una persona .
Más tarde, en 1861, James Clerk Maxwell hizo la primera foto a color. Maxwell develó que cualquier color se podía lograr mezclando luces de los tres colores primarios (rojo, verde y azul) en diferentes proporciones y proyectándola sobre el mismo soporte. Esta fotografía fue hecha por medio de tres tomas individuales y con un filtro de color diferente. Su nombre es “Tartan Ribbon”.
Primera foto a color por james Clerk Maxwell, 1861, Tartan Ribbon
En 1903 los hermanos Lumiére patentaron un método para producir fotografías con este tipo de imágenes denominadas "Autocromo Lumiere", y en 1907 las colocaron en el mercado. Cabe señalar que a diferencia de otros métodos no menos revolucionarios de la fotografía, los hermanos Lumiere destacaron comercialmente entre el público, y hoy, después de 100 años todavía nos cautivan. La compilación presentada en esta galería pertenece al museo George Eastman House (Rochester, NY, EE.UU.).
Una mujer limpia las verduras, 1910.
Familia fuera de la ciudad, 1915.
Mercado de 1910.
Baile en traje típico, 1915
Palacio de Horticultura, la Exposición Panamericana de 1915
Hombres jugando, 1915
Mujer en la imagen de una esfinge, 1910
Una mujer en traje oriental,e 1915
Seneca Pool, 1924
Naturaleza muerta, 1915.
La joven de la colección de muñecas, 1910.
Los alumnos de Oxford Street, 1910.
La pareja, 1910.
Prestamista estudiando la joyería, 1910.
Una mujer en una rosa de 1915.
Vaquera, 1910.
Una mujer con un traje de oro. 1915.
Louis Lumiere con tubos de microscopio, 1910.
Esto no es una ironía
Para poder ordenar al mundo, es necesario conocer los conceptos de "lo mismo" y "lo otro", de la diferencia y la similitud entre cosa y cosa o entre palabra y palabra (M. Foucault. Las palabras y las cosas). El ser humano se transforma en humano cuando conoce lo que es contrario a sí mismo. Esto es, cuando descubre a lo inhumano. En este momento reconoce que él, es lo mismo que otro humano.
Esta ha sido la historia de la identificación, de la correspondencia de las formas con lo real. Pero, dentro de esa historia hay momentos que reflejan la grieta oculta en el lenguaje. Huecos negros por donde es absorbido el sentido, lugar en el que las cosas deben correr tras sus correspondencias. Es el momento en que irrumpe la paradoja, la ironía.
Son lapsos en los que una mala fe sintáctica implanta la duda en el interlocutor, secreta malediscencia que afirma algo no manifestado.
El sujeto objeto del ardid, no comprende lo que adviene y coloca la vacilación disfrazada de afirmación, dentro de terrenos confiables a la razón, para tratar de escapar al desconcierto: "¿me habré equivocado cuando interpreté...?, ¿a qué se refería cuando dijo...?"
De esta manera, no estando seguro de la incertidumbre, queda acorralado por la simultaneidad de las oposiciones, es pieza cazada de la ironía y la paradoja. Desde el fondo de su existencia, descubre lo discontinuo y entonces ríe, ríe...
Etiquetas:
Amerindia Castro,
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