lunes, 16 de julio de 2012

Dormir mal y el modo de andar, factores de riesgo de Alzheimer

 
Fuente de la imagen: Panchur.com 

Las dificultades para dormir, incluido el sueño excesivo, muy pocas horas de sueño y el número de siestas que toma una persona durante el día, más grande el riesgo de demencia, afirman los científicos.

Los estudios, llevados a cabo por separado, fueron presentados durante la Conferencia Internacional de la Asociación de Alzheimer que se celebra en Vancouver, Canadá.

Las investigaciones, sin embargo, indican que hay intervenciones que pueden llevarse a cabo para normalizar la duración del sueño que, además de mejorar la calidad de vida, tienen el potencial de reducir o prevenir el deterioro cognitivo.

Uno de los estudios, llevado a cabo en el Hospital Brigham y de Mujeres en Boston, Estados Unidos, analizó los datos clínicos de más de 15.000 individuos de 70 años o más que estaban participando en un estudio nacional de salud.

Los resultados mostraron que tanto los que dormían 5 horas o menos como los que dormían 9 horas o más cada día tenían un promedio de funciones cognitivas más bajo que aquéllos que dormían 7 horas al día.

Además cuando se llevó a cabo un análisis de sangre para medir los niveles de compuestos que indican el inicio de Alzheimer, se encontró que los que dormían demasiado o muy poco mostraban esos cambios.

Otro estudio, llevado a cabo en Francia, analizó los datos de 5.000 individuos de más de 65 años y encontró que el 18% que solía tomar siestas regulares durante el día mostró una calificación más baja en las pruebas de capacidad cognitiva.

Sin embargo, el 63,5% de los participantes que informó tener dificultades para mantener el sueño no mostró riesgos de deterioro cognitivo.

Tal como explicó la doctora Claudine Berr, del Instituto Nacional de la Salud y la Investigación Médica (Inserm), quien dirigió el estudio, "estos resultados sugieren que dormir excesivamente durante el día puede ser un indicador prematuro de deterioro cognitivo".

"Y que las quejas de una persona sobre dificultades para dormir deben ser evaluadas adecuadamente en los adultos mayores".

   Problemas de sueño

 Fuente de la imagen:  insomnia simply sucks

Otro estudio de la Universidad de California, en San Francisco, siguió a más de 1.300 mujeres de 75 años o más.

Las participantes fueron sometidas a una serie de experimentos para analizar sus patrones de sueño, incluidos problemas al dormir, como apnea de sueño y la cantidad y calidad del sueño.

Los resultados mostraron que las que tenían dificultades, como apnea de sueño o interrupción en los patrones normales de sueño, mostraron dos veces más probabilidad de desarrollar demencia o predemencia que quienes no tenían el trastorno.

Las participantes que pasaban más tiempo despiertas en la noche también tuvieron calificaciones más bajas en las pruebas cognitivas y verbales.

"En general nuestros hallazgos apoyan la relación entre las interrupciones de sueño y el deterioro cognitivo en edad avanzada" afirma la doctora Kristine Yaffe, quien dirigió el estudio.

 El modo de andar, otro signo
Fuente de la imagen: salud.com

Pero no sólo los problemas de sueño parecen tener un impacto en el riesgo de demencia.

Durante la conferencia se presentaron cinco estudios que muestran que el modo de andar puede ser un indicador del riesgo que tiene una persona de desarrollar demencia.

Aunque se sabe que las dificultades para caminar son una consecuencia inevitable del envejecimiento, los científicos creen que hay ciertos problemas en la forma de caminar una persona que indican un riesgo de deterioro cognitivo.

Tres de las investigaciones encontraron que los adultos mayores que caminan más lentamente y con ciertas variaciones en el modo mostraron peores calificaciones en una serie de pruebas de funciones cognitivas.

Otro estudio mostró que la velocidad al caminar y la longitud del paso que se da también están vinculados a un deterioro cognitivo.

En un comentario sobre estas investigaciones, la doctora Marie Janson de la organización Alzheimer's Research Uk, afirma que "estos estudios no se han aún publicado, pero los resultados apoyan la creciente evidencia del vínculo entre los problemas físicos, como las dificultades para caminar y el deterioro cognitivo en la vejez".

Fuente de la noticia: BBC

Las personas altruistas tienen mayor volumen de materia gris en el cerebro

La materia gris es la parte del tejido nervioso que contiene a los somas o cuerpos neuronales.

El volumen de una pequeña región del cerebro influye en la predisposición individual al comportamiento altruista.

Una investigación realizada por científicos de la Universidad de Zúrich, en Suiza, ha revelado que las personas que se comportan más altruistamente presentan mayor cantidad de materia gris en la unión entre el lóbulo temporal y el lóbulo parietal del cerebro, en comparación con los individuos egoístas.

En general, se entiende por altruismo la tendencia a hacer el bien a los demás, aún a costa del propio provecho. ¿Por qué algunas personas son altruistas y otras no?

Estudios previos habían indicado que ciertas categorías sociales, como el sexo, los ingresos o la educación, podían explicar las diferencias existentes en el comportamiento altruista individual.

Por otro lado, estudios neurocientíficos recientes han demostrado que ciertas diferencias en la estructura cerebral pueden relacionarse con rasgos y habilidades distintivos de cada personalidad.

Ahora, por vez primera, los investigadores de la Universidad de Zúrich, dirigidos por Ernst Fehr, director del Departamento de económicas de dicha Universidad, demuestran la conexión entre la anatomía cerebral, la actividad del cerebro y el comportamiento altruista, informa la Universidad de Zúrich en un comunicado.

Buscando un origen neurofisiológico

Para analizar si las diferencias en este tipo de comportamiento tienen un origen neurobiológico, se pidió a un grupo de voluntarios que dividieran cierta cantidad de dinero entre ellos y otra persona anónima.

A los participantes se les ofreció en todo momento la opción de sacrificar cierta cantidad del dinero en beneficio de ese otro individuo desconocido. Dicho sacrificio fue calificado como “altruista”, porque suponía ayudar a otro, a costa del beneficio propio.

Los investigadores encontraron grandes diferencias en el comportamiento de los participantes: algunos de ellos estuvieron siempre dispuestos a compartir el dinero con la persona anónima, mientras que otros no estuvieron dispuestos a hacerlo casi nunca.

El objetivo de esta tarea era encontrar la causa neurobiológica de estas diferencias en la actitud individual. Investigaciones previas habían demostrado que cierta región del cerebro –el lugar en que los lóbulos parietal y temporal se encuentran- está relacionada con la capacidad de ponerse en la piel de otras personas para comprender sus pensamientos y sentimientos.

Dado que el altruismo está probablemente relacionado con esta capacidad, Fehr y su equipo sospecharon que diferencias individuales en esta parte del cerebro podrían estar vinculadas a las diferencias en el comportamiento altruista de los voluntarios.

Y acertaron. Tal y como afirma Yosuke Morishima, otro de los autores de la investigación: “Los voluntarios que se comportaron más altruistamente también tenían una mayor proporción de materia gris en la unión entre los lóbulos parietal y temporal”.

 Diferencias en la actividad cerebral 


Los participantes en el presente estudio también mostraron marcadas diferencias en lo que a actividad cerebral se refiere, en el momento de decidir cómo distribuir el dinero.

Se constató que, en el caso de los individuos egoístas, una pequeña región del cerebro situada detrás de la oreja se activaba ya cuando el coste del comportamiento altruista era muy bajo.

En las personas altruistas, sin embargo, esta región del cerebro se activaba solo cuando el coste del comportamiento altruista era muy alto.

En general, dicha región se “encendió” de manera especialmente fuerte en todos los voluntarios, cuando estos alcanzaban los límites de lo que ellos mismos consideraban “un comportamiento altruista apropiado”.

La razón, sospechan los investigadores, es que es en ese momento cuando existe la mayor necesidad de superar el egocentrismo humano natural, lo que se haría mediante la activación de esa área del cerebro.

Fehr agrega que: “Estos resultados nos resultan muy interesantes. Sin embargo, no se debe extraer de ellos la conclusión de que los comportamientos altruistas vienen determinados solo por factores biológicos”.

De hecho, el volumen de la materia gris también está influenciado por procesos sociales. Según el científico, estos hallazgos plantean, por tanto, la fascinante cuestión de hasta que punto es posible propiciar el desarrollo de regiones cerebrales clave en el comportamiento altruista, a través de una formación apropiada o de las normas sociales. Los resultados de la presente investigación han aparecido publicados en la revista Neuron.

Otros vínculos entre biología y altruismo

Otros estudios han establecido en los últimos años relaciones entre al altruismo y la biología. En 2010, un equipo de investigadores alemanes hizo público su hallazgo de un gen vinculado al altruismo: las personas que presentaban un tipo de minúscula variante en dicho gen eran el doble de generosas en obras de caridad que aquellas personas que no tenían dicha variante.

Por otro lado, en 2007, científicos hebreos descubrieron que existía una variación en otro gen concreto, el AVPR1a, en los individuos más altruistas. Según los investigadores, este hallazgo supuso la demostración empírica de la generosidad como comportamiento genético.

Fuente: Tendencias 21