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sábado, 12 de mayo de 2012

Los cuentos de Alfredo Alvarado, "El Rey del Joropo", mi padre: "Por un bochinche" y "¡Ta bueno ya!" , cap. XIV y XVII

Imagen tomada de Venezuela en ritmo


Por un bochinche
(Cap. XIV)

Una noche salimos de la Feria, Jacinto y yo, y nos metimos en una bodeguita. El pulpero conocía a Jacinto. ¿Qué hubo, Jacinto, qué te trae por aquí? ¿Qué hubo compadre? Estas nuevecito. Es el Cocuy. ¿Sigues en la Feria? En la misma. El Rey tocando, y el otro Rey bailando. Conócelo. Mucho gusto. Gusto el mío. Y digan en qué puedo servirles. Se oye... ¿qué van a tomar? Un cocuy, dice Jacinto. ¿Y tú? ...Tómate un palo, hombre. Me tomé dos cocuy. ¿Por qué no tocas algo? dice elpulpero. Bueno, vamos a hacerle un registro, compai. Sacó el cuatro y comenzó a registrar. Y empezó a juntarse gente en la bodega, tiriquitín, tiriquitín, tán, y gente y gente, tiriquití, y cuando vinimos a ver la bodega estaba llena de gente. pero comenzó a llegar más porque me arranqué a bailar, ¡Baile! colega, me dijeron, déjese de profesionalismo, y yo a bailar y la gente adentro y afuera de la bodega, hasta que aquello parecía un tumulto y llegó la policía en una camioneta y un sargento con un sable. El sargento entra, se enmochila el sable y pregunta: ¿Qué es lo que pasa aquí? Esto es como un motín. No, no es ningún motín, y la gente le abrió paso. Entre Sargento. ¿Qué es lo que pasa aquí? -grita el Sargento-. Murmullos y otros gritos. El Sargento se puso violentísimo. ¿Qué es lo que pasa? Esto es un tumulto y aquí va todo el mundo preso. Entonces se le acerca Jacinto: mire, compai, aquí no pasa nada, sencillamente estamos dando una fiesta. No -responde el Sargento-, ustedes están alterando el orden público. Sargento -le dice Jacinto- usted está equivocado. Yo estaré equivocado -grita el Sargento-, pero usted está preso. Intervengo yo: ¡Caramba! señor Agente, no sea usted tan... ¡Usted también va preso! Y uno del público que dice: esto es una injusticia. ¡Pues usted también está preso! Pero no puede ser -grita otro de la barra-. ¡Y usted también! Nos metieron en la camioneta. Sólo se oía un murmullo en la bodega. Fuimos a parar a la Jefatura. En la Jefatura el Agente le dice al guardia: alteración del orden público y oposición a la autoridad. Interviene Jacinto: ¡Escúcheme señor Agente! No lo escucho, cállese la boca, se opusieron y se opusieron, tenían un motín en la calle. Anjá, muy bien -dice el policía desde el escritorio-, déjeme tomar los datos. ¿Qué número es usted? Agente número tal. Ahora usted, diga: ¿Cédula, estado civil, profesión? Espere un momento, señor Agente -dice Jacinto-, ¿usted sabe quién soy yo? Pues yo soy Jacinto Pérez, el rey del Cuatro. ¡Anjá! -le responde el Agente-, usted es Jacinto Pérez, el Rey del Cuatro... pues vamos a meterle cuatro días de calabozo. Entonces Jacinto le contesta: ¡Caray! compai, menos mal que no soy el Rey del Arpa. Los policías y la gente que estaba de curiosa se echaron a reír. El Sargento también rió. De pronto dijo: suelten a esta gente que dentro de un rato nos tienen montado un bochinche. Regresamos a la bodega a celebrar.

Bochinche: Tumulto, barullo, alboroto, asonada
Bodeguita
: tienda de víveres pequeña
Pulpero: propietario o dependiente de una pulpería o abasto
Estar nuevecito: verse bien
Cocuy: bebida alcohólica obtenida de la planta agave cocoy
Tomarse un palo: beber un trago de alguna bebida alcohólica
Hacer un registro con el cuatro: tocar algunas notas con el 'cuatro' y registrarlas vocalmanete
Cuatro: guitarrilla venezolana de cuatro cuerdas

Enmochilar el sable: acomodarlo en la funda
Compai: compadre


¡Ta Bueno ya!
(Cap. XV)

Me trajeron al Indio Figueredo para que me tocara el arpa en otra Gran Feria Exposición. A esa Feria vino Pérez Prado, y vinieron las mellizas Dolly, el hombre más grande del mundo y unas gordas. El Indio Figeredo no sabe medir: él toca muy bien el arpa pero no sabe medir. Pues sdalgo a bailar con el Indio al arpa... Al Indio me lo encontré en estos días por la radiodifusora Venezuela. Recordamos esa historia, el Indio tocando el arpa, tán tán tín, tiquín ti, taca tán tán tán tán, tirín, tán tán, taca, taca, triqui, taca tá... y yo cansadito, tán tán tín, el joropo se estaba haciendo largo y yo cansado, hasta que hace tá dám, y yo creo que terminó pero vuelve otra vez, tá ca, ta ca ti qui tán , ta trán, ta ta ca, ti qui ti tán, tá tran, ta tran clán, y yo creo que ha terminado, y ta cata ra ca ta ca tri, bueno, y qué vaina es ésta, y me le arrimo y empeizo a cazarlo y cuando hace tica rica rica trán, le agarré el arpa y le dije: ¡Tá bueno ya, que me estás matando! la gente apaludió fernéticamente. Y yo con el arpa en las manos, que no la soltaba

Indio Figueredo: arpista de música folklórica venezolana.

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- "Me vistieron de niña, cap. IV
- "Prendí las piernas" y "Comencé a conocer delincuentes en la policía", cap.V y VI
- "Del correcional al hospital; "De Maracaibo a Caracas", cap. VII y VIII.
- "De Caracas a Maracaibo"; "De Maracaibo a Barranquilla, de Barranquilla a Puerto Cabello, de Puerto Cabello a Caracas"; Mis primeros billetes", cap. IX, X y XI.

- De la vida artística. "Poco a poco comencé a levantar mi vida artística" y "¡El Rey, el Rey!"; cap. XII y XIII

martes, 6 de marzo de 2012

Cuentos de la infancia de Alfredo Alvarado, "El Rey del Joropo" (mi padre), cap. IX, X y XI.

DE CARACAS A MARACAIBO
(Cap. IX)


Imagen de Uninvitedwriter

Estuve pocos meses en caracas. Tiempo en el que aprendía a bailar rumba con Carlitos Pons y compañía.
Cuando terminaron su contrato en el Teatro Nacional me dispuse a irme con ellos, pero mi papá no me dejó, y decidí fugarme otra vez, y otra vez fui a parar a Maracaibo, de cola en cola, fraguando la idea de convertirme en un gran artista, pues la gente de Carlitos se había emocionado con mi disposición para el baile.
Cuando llegé a Maracaibo: ¡muchacho, que tal, tu otra vez por aquí! Era la gente de Carlitos y compañía que estaba presentándose en un gran teatro. Pero en vez de ponerme a bailar me pusieron a comprar café con leche y a buscar arepas y a comprarle sus cervecitas, y me dí cuenta que no era ningún artista sino un sirviente de la Compañía, hasta que se fueron. Cuando los despedí me dijeron: vas a ser un gran artista.



DE MARACAIBO A BARRANQUILLA,
DE BARRANQUILLA A PUERTO CABELLO,
DE PUERTO CABELLO A CARACAS
(Cap. X)


Ellos se embarcaron para el Caribe y yo me embarqué para Barranquilla en uno de esos barcos de ruedas. Me embarqué escondiéndome en un tanque de agua.
La primera noche me picó el hambre. Salí del tanque y me fui directo al comedor. En plena investigación de los comensales pasó una familia, marido, mujer e hijo.
Con la misma me fui detrás de ellos, con las buenas noches de por medio. Y me trajeron la cena. Nadie dijo nada. Ni ellos, ni los mesoneros ni yo. Después de la cena y las buenas noches me metí en mi tanque de agua.
En la mañana me puse en la misma, a esperar la familia. Pasó para el comedor y seguí detrás de ellos, comimos los cuatro. El negocio se repitió en el almuerzo y en la cena, pero en medio de la cena se formó una bailadera de charleston con guitarras y sinfonías, y con aquella fibra que llevaba por dento me puse a bailar, y muchos aplausos, y repitieron el charleston y volví a bailar y volvieron los aplausos, pero se apareció el capitán y preguntó: ¿Y quién es éste? ¿de quién es hijo? ¿con quién anda? Y con la misma me llevaron por las orejas delante del capitán: ¿Tú quién eres? Soy Alfredito y tengo enferma a mi mamá en Barranquilla. Como no tenía manera de ir a verla me metí en este barco...¡Ah! ¡Qué bandido! Llévelo para la cocina, y me dió por las nalgas. ¡Vamos! a lavar platos. Y a lavar los platos hasta que me aflojaron en Barranquilla.
Dormí debajo de un banco. Al rato y a golpes me despertó la policía. ¿Tú quién eres? La misma historia, pero esta vez no sabía dónde vivía mi madrecita y fui a parar a la dirección de la policía. Allí me dieron una camita, en la que dormí durante siete noches mientras en el día hacía de mandadero, hasta que un sargento se antojo de mí y me llevó con él y me presentó a su mujer. Aquí te traigo -le dijo- a este muchacho para que lo criemos. Es trabajador y despierto. ¡Ay que bien, caramba!, que a nosotros nos hace falta un muchachito, y hay que educarlo muy bien.
Me dieron un pico y una pala para que abriera un jardín. Cuando no estaba en el jardín estaba barriendo o en la batea lavando ropa del sargento y de la mujer del sargento. Aquella gente no necesitaba un hijo sino un burro.

Un día me llama el sargento: ¡Alfredo! Ya voy -contesté-. A mí no se me contesta así, y ¡plam! un guamazo por la cara, y respéteme que yo soy su padre. No -dije-, usted no es mi padre, usted es un perro ¡Mujer! -gritó- alcánzame la pistola que le voy a dar su merecido a este muchacho del carajo. Salí corriendo, mientras el sargento gritaba: ¡La pistola, la pistola! El pistola era él, que no se pegó atrás. Salí por encima, pero antes me detuve para recoger la carterita de la mujer, y me perdí durante varios días hasta que me hizo preso un agente del Servicio de Investigación. Y era que mi papá me andaba buscando. Le dijeron que estaba en Baranquilla y allá pasó el dato a los servicios de investigación. Total, que me metieron en un barco rumbo a Puerto cabello. Allí me recibió la policía y me pusieron a barrer las calles de noche, mientras esperaban la llegada de mi papá. así estuve varias noches, barriendo las calles con unas escobas de chamisas y haciendo un jueguito que me resultó: al barrer me adelantaba a otros presos, barre que te barre, y me alejaba y el policía de turno me decía: No te alejes, cuidado, no te alejes.
La historia se repitió durante varias noches. Me dejaban avanzar y alejarme de otros presos, hasta que me dejaron avanzar mucho, y doblé la esquina y después que doblé la esquina ni el polvo me vieron. Cogí carretera y levanté una cola para Caracas.


MIS PRIMEROS BILLETES
(Cap. XI)

Imagen de Cuatro paredes

De nuevo en Caracas, en la Plaza de Capuchinos. Pensando. ¿Ahora qué hago? Ni intenciones de volver a la casa Me senté en la Plaza a ver las palomas, primero, después a tirarle piedritas. Muy vivas las condenadas, todas iban cogiendo, seguidas por las piedritas, camino del palomar. Me miraban de soslayo. Estaban esperando que me fuera. De pronto se me acerca un tipo y me dice: ¡coja esa maleta, muchacho! Cogí la maleta. Arranque conmigo. Arranqué con él, rás, rás, rás. De repente el tipo se para, abraza a otro tipo: ¿Qué hubo fulano? ¡Coño! ¿Cómo estás? ¡tanto tiempo! Sí hombre, chico, y tú qué tal y la María y la otra. Yo con mi maleta en el hombro, oyendo la vaina. En eso pasa un tranvía y de un salto me monté en el tranvía con todo y maleta. Era el primer choreo de verdad.

Abrí la maleta: maleta de turco porque estaba llena de pantaletas y sostenes y sábanas y telas. Debajo de aquel trapero encontré un maletincito, lo abrí y aquel billetero y un montón de fuertes. Me fui a un baño del primer bar que encontré, cerré mi puerta y me puse a contar ¿Quién está ahí, carajo? Yo, cagando. Qué cagando ni que cagando, lo que estaba era cagado de tanto billete: Siete mil bolívares conté, con un realito. Fueron los primeros billetes que tuve en mi vida. Con el realito me compré dos Pepsi para quitarme la sedalón que tenía. ¿Qué te pasa muchacho? -me preguntó el mesonero- Tengo fiebre -le dije-. pues vete para tu casa. Para allá voy, y arranqué, pero arranqué a caminar por la calle y a pensar y pensar hasta que me metí en un restaurant. Allí conocí, mientras me comía un bistezote, a un chofer de alquiler. Comenzó a hablar conmigo, de esto, de lo otro hasta que se dió cuenta de que estaba enredado en algo. Le conté la historia, y se hizo mi amigo. Andaba conmigo para arriba y para abajo. Me llevó a un hotel donde, decía él, vivía. Compré un flover, compré una bicicleta, compré unos patines aunque no era Diciembre. El chofer me especulaba. Hoy no he hecho nada. La vaina está muy difícil. Préstame un marrón, préstame dos. Yo le daba para el hotel, para la comida, para la mujer que metía en el cuarto. Al mes de estar en el hotel, el chofer, para terminarme de joder, le dio el dato a la policía y me hicieron preso. El chofer se quedó con el maletín y la maleta. Yo me quedé con un traje de pantalón y paltó, zapatos nuevos, camisa nueva, un reloj y una cadena con la Virgen de Coromoto. Perdí los patines, la bicicleta, el flover. Llegó mi papá a la jefatura: ¡Muchacho! ¿y qué es esto? Nunca le conté la historia. Le dije: no, un señor que se compadeció de mí y me vistió.

Cola: autostop
Ser un pistola: tonto
Choreo: robo
Un marrón: un billete
Sedalón: mucha sed (palabra inventada por Alfredo Alvarado)

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viernes, 26 de agosto de 2011

ME VISTIERON DE NIÑA: Cuentos de la infancia de Alfredo Alvarado, "El Rey del Joropo" (mi padre), IV cap.



ME VISTIERON DE NIÑA
(Cap. IV)


En la casa me vistieron de niña. Me encerraron en un cuarto. Pusieron un gran candado en la puerta. Sólo abrían cuando me traían la comida o un vaso de cama para que defecara. Allí pase seis meses. Naturalmente, con el tiempo el pelo me creció bastante, me creció como a una muchachita, y parecía una niña. Pero un día se descuidaron, porque siempre hay un descuido. Un día se descuidaron y salí del cuarto y me fuí al corral, salté la tapia y me perdí por la quebrada vestido de muchachita.

En el camino me encontré con un hombre que me quería coger, porque se sacó el pipí y me dijo ven acá, niña, ven acá. Entonces tuve que arrancar a correr y el tipo arrancó detrás de mí, pero no me alcanzó.


Empecé a vagar por las calles. Me hice de un perolito y tocaba las puertas en las casas: ¿señora, me regala un poquito de comida? ¡Ay niña, por Dios,! ¿y qué haces tú? ¿dónde está tu mamá?. ¿Y no tienes familia? No, no tengo. ¡Ay pobrecita!. Pasa, sientate en la mesa come. Después de comer , esperaba el descuido, y a correr. Tenía unas piernas veloces.

Luego estuve viviendo en casa de una señora muy buena. Me quería mucho. Era todo cariño. Me regaló unos trajecitos de niña muy lindos. La cuestión se descompuso el día que se empeñó en bañarme. Niña, tienes que bañarte. Te vas a poner ropa nueva y limpia. ¡Vamos! ¡al baño! Y yo: a mí no me gusta el agua. Pero me metió al baño y comenzó a desnudarme con la muchacha de servicio. Entonces vino el grito: ¡Ay, Dios, si es un varoncito. Yo aproveché para coger mi vestidito y salir a toda carrera.

Texto: del libro "Los cuentos de Alfredo Alvarado, "El Rey del Joropo", Edmundo Aray,
Imágenes: de la película "(alias) EL Rey del Joropo"

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lunes, 1 de agosto de 2011

Cuentos de la infancia de Alfredo Alvarado, "El Rey del Joropo" (mi padre), III cap.

YO ERA MALO
(Cap.III)



"Yo era malo cuando niño. Víctor García, el jefe de la policía de Caracas, frecuentaba la casa. Mi papá lo enseñaba a bailar. El sacaba el revólver, lo metía en un sombrero y lo ponía en la sombrerera. Yo tenía un grupo de muchachos amigos en el callejón Peniche, y en esa calle había unas escalinatas que las llamaban las escalinatas de la amargura. Allí nos juntábamos a jugar vaqueros, y policía y ladrón, con revólveres de palo y caballos de palo y esas cosas, y yo me saqué el revólver del señor comandante de la policía, y me lo llevé para la escalinata de la amargura a jugar:

Aquí tienen un revólver de verdad. ¡Cuidado, tiene balas! Se le puede salir un tiro. No, hombre, vamos a jugar. Yo soy un ladrón. En eso veo venir a un panadero, con una cestota y un rollete en la cabeza, y le digo; ¡manos arriba!, nosotros somos los bandidos. El panadero al mirar el revólver soltó la cesta y los panes salieron rodando por las escaleras, y él más adelante en una sola carrera. Vino la policía. Me sacaron debajo de una cama con todo y revólver. ¡A la jefatura! Llegó mi papá: ¿bueno, y quien es el que le va a pegar? nadie me quería pegar? Entonces agarró un fuete que había allí y me dió una gran paliza."


Tomado del libro "Los cuentos de Alfredo Alvarado, "El Rey del Joropo", de Edmundo Aray

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martes, 28 de junio de 2011

Cuentos de la infancia de Alfredo Alvarado, "El Rey del Joropo" (mi padre), cap. II


MIS PRIMEROS PASOS
(Cap. II)

Mi papá era profesor de baile. El tuerto, Alfredo. Alfredo Alvarado. Dice Lucas Manzano en su libro de 'Caracas de mil y pico', dice de mi padre: quien no conoce a Alfredo Alvarado, no conoce a Caracas. Así dice. Mi padre fue el que trajo por primera vez a los toreros. La temporada monstruo. "Bombita", "Gaona", "El Gallo". Mi padre fue empresario de un circo, y de grandes espectáculos. Tenía fama como buen empresario, pero en su juventud fue un hombre violento, lo llamaban el tuerto Alfredo porque tenía catarata en un ojo. Y cuando decían el tuerto Alfredo, decían alambre de púa. Era una especie de "guapo", pero no el guapo buscador de pleitos, sino guapo que se hacía respetar. En los barrios de San Juan, porque él era sanjuanero, lo respetaban mucho.
Un día decidió salirse de aquella cuestión de gaupería y del "Molino Rojo" y de estar tirando golpes.

Pareja bailando el vals, tomada de misterio londres

Se puso delicado en París. Recibió clases de baile del profesor Malassof. Regresó a caracas. Instaló una pensión, "Europa", de Muñoz a Pedrera. Allí mismo puso una academia de baile, la primera del país. Por esa academia desfiló la sociedad venezolana, para aprender el chotis, la polka, la mazurca, el pasodoble, el valse y el merengue venezolano.

En la pensión se hospedaban empresarios, hombres de arte, comerciantes.
La Pavlova llegó a la pensión. Yo tenía unos cuatro o cinco años, cuando ella me hizo dar mis primeros pasitos de equilibrio en el movimiento clásico.

Una pensión de calidad era la de mi padre. Entonces muchas de las calles de caracas eran empedradas y la leche se repartía con la vaca en la puerta. Con una totuma se ordeñaba la vaca. Una Caracas bonita. Caracas de mil novecientos veinticinco. En esa Caracas fui campeón de Charlestón a los nueve años. Me gané una copa en un lugar que quedaba de Gradillas a Sociedad. Mi papá la guardó. La India. Así se llamaba el lugar. Campeones de boxeo llegaban a la pensión. Argentinos cantadores y bailadores de tango. En ese ambiente crecí con mi aficción por el baile.

Baile de joropo en el llano, tomada de radio libre

Mi papá, al observar mis cualidades, me buscó a lo mejor del baile venezolano, a Mamerto garcía, el rey del Joropo, el tuerto Mamerto. Lo más grande que había. Mamerto se caracterizaba por un joropo fuerte, sin floreo, brusco, dominante.
En esa época los pisos de las casas eran de tabla. Cuando Mamerto bailaba se caían los floreros, las lámparas temblaban, empezaban a caer vainas de todas partes, tám, tám, pám, pám, porque mamerto usaba un joropo de tá, tá, tá, tá, tá, tá, tá, un zapateo fuerte. A mi papá le gustaba. Agarró a Mamerto por un brazo y le dijo: a este muchacho me lo enseñas a bailar joropo. Y comenzó a enseñarme. Cuando estuve listo en el joropo, le dijo a mi papá: préstame al muchacho, que me lo voy a llevar por ai, a que lo vean bailar en las fiestecitas. La verdad es que él pasaba raqueta en las fiestecitas, se guardaba los reales y a mí me daba caramelos, unos caramelos gordotes, de bola.

Un día me llevó a casa del general Juan Vicente Gómez, en Maracay. Me acuerdo que el general tenía un sombrerote, unas bototas, con un bastón en la mano. Sentado en una sillota lo recuerdo. Allá llegamos. Mi general -le dice Mamerto- aquí le traigo al muchacho para que lo vea. Ajá, ajá -dijo-, muy bien, que baile. Y yo bailé mi joropo. El general aplaudió. Después sacó la carterota, y de ella un puño de billetes. A mí me dieron mis caramelos otra vez. Regresé a Caracas, contentísimo.



Tomado del libro:
Los Cuentos de Alfredo Alvarado,
pág. 9-11, del escritor Edmundo Aray

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lunes, 13 de junio de 2011

El día que mi padre le dió una trompada a Xavier Cugat

(dar click en la imagen para agrandar)
Xavier Cugat, un músico español (n. en Gerona, Cataluña, en 1900 y + 1990), participó en las bandas sonoras de las primeras películas con sonidos, fue director musical de diversos films protagonizados por Esther Williams y actor de la Metro Goldwyn Mayer en calidad de director musical junto su orquesta. Xavier Cugat se dió a la tarea de divulgar por el mundo la música afrocubana, y de su agrupación musical surgieron grandes intérpretes de la música tropical tales como Tito Rodrígiuez y Vitín Avilés.

(imagen tomada del mundo del cartel).

Fue en la película "Escuela de sirenas" (Bathing Beauty), protagonizada por Esther Williams, en la que Xavier Cugat introdujo universalmente el joropo venezolano llamado Alma llanera, y gracias a ello meses más tarde el músico catalán fue invitado a tocar presisamente esa pieza en una elegante fiesta en Caracas (Venezuela), donde el bailarín Alfredo Alvarado (mi padre) ejecutaría un magnífico baile pues Alfredo aderezaba el joropo con tap-dance, zapateo español y malambo argentino. Alvarado, mi padre, contaba que:


'El Alma Llanera' tocada por Xavier Cugat, en la película "Escuela de Sirenas"

"El presidente del club Venezuela me mandó a llamar para que bailara un joropo en la gran fiesta del club, amenizada por Cugat, Quiero que te bailes un joropo -me dice- en medio del espectáuculo. Va a ser una cosa muy bonita. Viene el General (Marcos Pérez Jiménez) y la Junta en pleno. Le vas a a bailar a lo mejor de la alta sociedad. Usted se viene vestido a lo criollo, para que sea un contraste, una animación, con alpargatas y sombrero de cogollo y con una muchacha muy criolla también. Yo había enseñado a bailar a la muchacha muy bien el joropo, y cuando me tocó el turno Ospina se le acerca a Cugat y le dice: Cugat, le presento al Rey del Joropo venezolano. Lo hemos traído para que usted le toque el Alma LLanera y él baile. Entonces Cugat, con el mayor desparpajo, le dijo: ¡oh! carramba yo siento mucho no poderr acompañar al indio porque mi música no es para indios, es una música... Yo no oí más. Ospina se retiró , me tomó por el brazo y me me llevó a la oficina, abrió la caja fuerte y le firmé un recibo por mil bolívares. Me fui a la casa. Al llegar pregunta mi padre: ¿Y cómo te fue, Alfredo? Una linda fiesta. Estaba el General, la alta sociedad, yo no bailé... ¿Cómo que no bailaste?. Le conté lo sucedido. Mi papá era un hombre atravesadísimo, le daba una tunda a cualquiera; el tuerto Alfredo -así le apodaban por una catarata en uno de sus ojos. Me dijo: ¿qué es eso? Tu no eres hijo mío, tu eres un sinverguenza. ¿Cómo es posible que ese hombre te venga a insultar y tu no le hayas dado ni siquiera un cabillazo? Te vas de la casa y no regreses si no tienes una vaina con ese hombre. Me fui. Al día siguiente estaba en radio Continente, dode tocaba Cugat.

Alfredo Alvarado, "el Rey del Joropo", en su juventud

Me quedé en la puerta, esperando que saliera. De pronto un remolino de gente. Cugat venía bajando las escaleras con Lina Romay, una artista que bailaba rumba y otras cosas. La Lina tenía un ramo grande de flores enormes. Entonces me metí en el bululú, me acerqué a Cugat y lo paré: ¿Usted se acuerda que anoche me llamó indio? Pero él no se acordaba de nada. No, yo no rrrecuerrdo nada -me contestó-. Le zampé un tanganazo en la boca, ¡caraj! ¡plum! ¡pam!, y aquel labio comenzó a echar sangre, y la sangre a chorrearle por el esmoquín blanco, y gritos ¡un loco! la gente corriendo, el ramo de flores por el suelo, y aquel bochinche , la gente para un lado y pal otro, y Cugat pegado a la pared con un pañuelo en la boca, y el militar de guardia, porque en esos días la cosa estaba fea y había soldados en todas las radios, se me vino encima. ¡Un momento! -le grité-, el señor insultó a la patria y a Bolívar. El soldado se canchó su bayoneta al cinto y se fue a sentar otra vez. Pero me agarró un policía: ¡está detenido! y con la misma me metieron en una camioneta. En la mañana grandes titulares en los periódicos: "El Rey del Joropo le da una trompada a Xavier Cugat porque insultó a Venezuela". En una caricatura salía una mano así, y al pie: "La mano vengadora". La cosa se ponía difícil para Cugat y el empresario, pues había una presentación en el Metropolitano y la noticias y el bochinche de la prensa podían afectr la popularidad de Cugat. De manera que un tal Legorbu, empresario, habló cvon Cugat y el propio Cugat sacó la boleta de libertad para mí y se fue con todos los periódistas para 'la Modelo' (una cárcel). Entonces me llamaron: ¡Alfredo Alvarado! cuando salí del buzón de la cárcel Modelo me estaba esperando Cugat con los brazos abiertos y una gran sonrisa y un punto de sutura en un labio. ¡Venga un abrazo! -dijo- Y con el abrazo las fotos. Cerrado el impase Xavier Cugat-Alfredo Alvarado. Una simple y mala interpretación del artista criollo. Cugat se interesa por conocer la música venezolana. Alvarado bailará en el Hotel Avila el Alma Llanera, nadie me llamó. Me quedé esperando el contrato.

sábado, 19 de febrero de 2011

Los cuentos de Alfredo Alvarado, "El Rey del Joropo" (mi padre). 1er cap.

Siempre me impresionó ver sus piernas, pues en ambas espinillas no había piel; se la comieron los grilletes puestos por mi bisabuelo para que mi viejo no saliera de la casa cuando era niño. Me parecía una ironía que fueran precisamente los pies los que mejor expresaban su arte aunque muchos que lo conocieron afirman que Alfredo en donde fue realmente un maestro era en el arte de la sobrevivencia.

De la película "(Alias) El Rey del Joropo", 1978



YO TUVE UNA NIÑEZ MUY FUERTE

(cap. I)


"Yo tuve una niñez muy fuerte. Fuerte, digo porque era muy tremendo, quizás debido a mi espíritu inquieto que buscaba en el río, la caza de chicharras, los mangos, las metras. Un espíritu que prefería las chinas a la escuela.
Un día, mi papá decidió llevarme a casa de una tía en el Callejón Peniche. Allí me pusieron unos grillos para tranquilizarme el espíritu, unos grillos de esos que usaban en La Rotunda. Tengo las marcas en los tobillos, de los ganchos remachados en los pies. Asimismo; con grillo y todo y llaga y todo yo saltaba y brincaba por esos techos. ¡Claro! dando salticos muy corticos.
Al año de tener los grillos vino otra tía de Maracay y me encontró con los grillos. ¡Ay! ¡Cómo es posible le tengan esos grillos... eso es un salvajismo!, yo me lo llevo para Maracay. Me quitaron los grillos, pero estuve mas de dos meses caminando a saltitos."






Hablar del Rey del Joropo no es sólo verlo en su zapateo americano, español o argentino o escuchar su ritmo de maracas atadas en los pies o de casquillos metálicos pellizcando sutilmente el suelo; es reir de nuevo al recordar aquella conversación que le quise imponer:
-¿papá, cuándo vas a madurar?
-¿y para qué quieres que madure? ¡¿para que me pudra?!, porque eso es lo que le pasa a todo lo que madura...

domingo, 21 de noviembre de 2010

"El Rey del Joropo" bailaba tap dance y atracaba bancos.

Alfredo Alvarado (1922-1988) fue un bailarín venezolano de tap dance, flamenco, malambo (zapateo argentino) y joropo (danza popular de Venezuela) en las décadas de 1940 y 1950. Alfredo Alvarado aderezaba sus bailes con maracas en los pies y casquillos de metal en las puntas y tacones de sus zapatos, por ello, ganó el título del "Rey del joropo" en una Feria donde competían los mejores bailarines de ese baile. Alfredo fue también atracador de bancos, tarotólogo y brujo, escritor de teatro infantil, profesor universitario de folklore, protagonista de un libro ("Los cuentos de Alfredo Alvarado, El Rey del Joropo", escrito por Edmundo Aray), y personaje principal de dos films realizados en su nombre ("alias El Rey del Joropo", 1978, e "Historias de Amor y Brujería", 1980). Este personaje, autor del poema -escrito de su puño y letra- que hoy reproducimos es también mi padre.





en homenaje a mi padre.